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Salicornios y chorlitejos donde pudo haber ladrillos y más pisos

El presidente autonómico inaugura la Casa del parque Los Toruños, que con una inversión de 2,6 millones ha creado 80 empleos

EL PUERTO. Actualizado: Guardar
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El presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, inauguró la Casa del parque metropolitano Los Toruños. Acompañado por la consejera de Obras Públicas, Rosa Aguilar, y por el Consejero de Gobernación, Luis Pizarro, Griñán cortó la cinta de este inmueble, centro administrativo y receptor de visitantes, que ha supuesto una inversión de 2,6 millones de euros y la creación de 80 puestos de trabajo.

Con lo que quedó de Puerto Real, el ejército napoleónico levantó sus fuertes en el Pinar de la Algaida e inició el asedio a Cádiz, en cuyos núcleos ilustrados se gestaba la Constitución liberal. Aquel bosque frondoso fue sembrado a principios del siglo XIX y acogió la fosa común donde se enterraron a las víctimas de la epidemia de fiebre amarilla. Mientras todo aquello sucedía, el charrancito hacía su puesta de huevos plácidamente en la playa de Levante y pasaba totalmente inadvertido para el resto del mundo. La hojas de la salicornia enrojecían cargadas de sal, se secaban y caían. Los conejos correteaban en convivencia con las culebras y las aves migratorias hacían su parada en el camino desde Doñana hacia el Estrecho de Gibraltar.

Hoy la naturaleza sigue su curso y eso es motivo de satisfacción para los que construyen la historia. Pero el parque Los Toruños no cayó del cielo, como las bombas de los gabachos. «Hubo un momento en que estuvo a punto de desaparecer. En los setenta, quisieron urbanizarlo todo y construir más pisos. Como una continuación de Cádiz». Lourdes Serrano es una de las monitoras que acompañan a los visitantes en las rutas guiadas. Una horita con ella da para mucho.

Un hábitat muy salado

«En la marisma no hay biodiversidad porque el río San Pedro era un antiguo afluente del Guadalete, pero de agua salada. No hay muchas especies pero todas están adaptadas». Lourdes eleva su voz por encima del bullicio que ha tomado el patio de la Casa de Los Toruños. «Lourdes, ya puedes subir». El terreno ya está despejado. La nutrida comitiva que, encabezada por el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, visita el recién inaugurado edificio, ya ha abandonado la planta alta. «Lourdes, cuando quieras». Otra compañera la interrumpe por segunda vez. Ella, impaciente, concluye su explicación.

Una playa virgen

«El pinar fue sembrado para neutralizar el avance de las dunas, que tapaba los caminos y las calzadas que se estaban construyendo, por eso tiene un sustrato de arena y conchas. Y los seis kilómetros que abarca la playa de Levante son de los poquitos vírgenes o salvajes que quedan en nuestra costa».

Su audiencia es de lo más variopinta: Antonio Navarrete, profesor de la Universidad de Cádiz y director de su Oficina Verde, Emilia Sánchez de Ibargüen, pintora profesional, Jesús Boulloza, experto en adiestramiento canino, y el escultor Chiqui Díaz, quien ha recibido el encargo de la dirección para hacer un chorlitejo y un águila pescadora. Los políticos se suben al tren para disfrutar del recorrido por el parque. «También hacemos ruta en bicicleta y a pie. Y travesías por el río con piraguas y kayaks. Hay material habilitado para personas con discapacidad física, para ciegos... Todo el mundo tiene cabida en Los Toruños».