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Editorial

El momento de Rajoy

El líder del PP tiene ante sí un año crucial para sus opciones de alcanzar la Moncloa

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Mariano Rajoy ha acelerado el paso en los últimos días, como si quisiera denotar que tiene ante sí un año crucial, en el que se celebrarán las elecciones catalanas y que desembocará en las autonómicas y municipales, que pueden otorgar definitivo impulso a su anhelo de conseguir -a la tercera iría la vencida- la presidencia del Gobierno. En efecto, ha proclamado su candidatura en los mismísimos salones de la Moncloa, ha dado un controvertido golpe de autoridad en el 'caso Camps', ha rechazado inapelablemente el Pacto Educativo -que era oxígeno para el Gobierno- y ha reivindicado con aplomo su coherencia política rechazando los requerimientos de Montilla. Rajoy, que tiene ante los ojos el expresivo proceso político británico, debe alentar en su fuero interno la convicción de que se halla en un momento decisivo, ante la gran oportunidad de su vida. La crisis económica, gestionada con flagrante indecisión por el Gobierno socialista, inevitablemente corrosiva con el poder que tiene que enfrentarse a ella, ha de brindarle la gran oportunidad de ponerse al frente de una recuperación económica que debería consolidar su liderazgo. Bastará con que mueva los peones correctos en la compleja partida de ajedrez que ha de jugar y con que no cometa errores importantes. Pero tampoco es fácil sortear las trampas que la recesión extiende en su camino. El riesgo principal que ha de afrontar es que se le acuse de beneficiarse de la crisis. Ello le obliga a graduar inteligentemente sus disensos con el Gobierno, a ejercer con tino su gallega ambigüedad y a combinar los apoyos puntuales con la crítica global. Y a conciliar en los asuntos más delicados -el tratamiento de los episodios de corrupción, por ejemplo- el rigor vehemente de sus colaboradores jóvenes con la astucia de los más avezados. De momento, el ejercicio de equilibrio es brillante, aunque a veces le obligue a caminar por el filo de la navaja. A causa de la crisis, que la ciudadanía imputa no sólo al Gobierno sino a la clase política en general, Rajoy ha de afrontar también un problema de falta de confianza. Sin embargo, su estatura ha crecido indudablemente en esta legislatura y esta evidencia, que garantizaría una alternancia creativa, infunde tranquilidad a la opinión pública.