:: TEXTO: ISABEL URRUTIA :: FOTOGRAFÍA: STRINGER/REUTERS
Sociedad

Con la piel a tiras por el nieto de Mahoma

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En Afganistán hace mucho tiempo que la sangre tiñe el asfalto de las calles, una semana sí y otra también. El horror está a la orden del día y los críos tienen cara de hombres tristes. Cuando eso ocurre, no hay capacidad de sorpresa, ni de pena, ni de malsana curiosidad. Se vive sin ganas y cualquier novedad atrae a las masas. Como las festividad de la Ashura, por ejemplo, un acontecimiento religioso que, en teoría, apenas debería interesar al 15% de la población afgana. O sea, al sector que profesa el chiísmo, una rama del Islam más rígida que el sunismo moderado. Este último, a pesar de los talibanes, todavía es mayoritario en el país.

Pero da igual. En Kabul, estos días se ha concentrado una multitud variopinta -ojo, no se distingue ninguna mujer- dispuesta a pasar el rato tranquilamente. Los fieles chiíes que aparecen en primer plano conmemoran la muerte del nieto de Mahoma, ocurrida hace más de 1.300 años, con un fervor que les arranca la piel a tiras. Según su tradición, era el legítimo sucesor del profeta y su caída en el campo de batalla supuso el principio del fin. Así las cosas, los chiíes no tienen una visión demasiado alegre de la existencia. Para ellos, el castigo y el sacrificio son la sal de la vida. No les cabe duda de que las cadenas, que se entierran en su carne a golpe de oración, les acercan a Alá.

A juzgar por las caras que se ven entre el público, no despiertan demasiado entusiasmo. Pero la indiferencia y el hastío tampoco son mucho mejores. La expresión de los niños -impávida y fría como la de un felino- no invita al optimismo. ¿Qué les estará pasando por la cabeza en estos momentos?