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Ladrones por capricho

Los adolescentes son los principales autores de los pequeños hurtos en comerciosEl comercio gaditano ha pedido ayuda a la Junta para frenar los robos, que aumentan en navidad y rebajas

JEREZ. Actualizado: Guardar
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«¿Puedes enseñarme la mochila?», pide respetuosa la dependienta a la joven tras activarse la alarma de la salida. «Me pasa siempre, son los zapatos que compré hace un mes y aún tienen el chip conectado», responde nerviosa la chica. La empleada insiste y encuentra dos camisetas de temporada camufladas entre los cuadernos. «Ésta no se escapa». Pero lo habitual es que el ladrón se lleve el botín a casa.

Las pérdidas por pequeños hurtos producen un agujero que ninguna organización de comerciantes reconoce y Cádiz no es la excepción. Ya hay algunos estudios que lo están empezando a computar. El más reciente de todos está firmado por la empresa Checkpoint Systems bajo el título 'El barómetro mundial del hurto en el retail' y estima que este año el sector ha perdido en torno a 2.400 millones en toda España, lo que el informe equipara a que las tiendas regalen sus productos durante cinco días.

Un bocado al beneficio

El comercio gaditano es también víctima de estos pequeños palos, que se han intensificado con la crisis. A lo largo del año generan cuantiosas pérdidas, que suponen el 1% de la facturación. Los comerciantes reconocen que en los dos últimos años son mucho más frecuentes, hasta el punto de solicitar la ayuda de la Junta de Andalucía. Por ese motivo, en enero del año próximo, por primera vez los pequeños comercios contarán con apoyo para blindar sus negocios a través de subvenciones para la adquisición de nuevas medidas de seguridad.

Los autores de los robos apenas han cumplido los 18 años y salen de compras con el firme propósito de no gastarse ni un céntimo. No van en busca de ningún artículo de primera necesidad, se llevan a casa algo para estrenar cada fin de semana, lo que no podrían permitirse con su exigua paga. Pero han encontrado en el hurto, una solución para llenar sus armarios a coste cero. Ninguno de los que se atreven sabe de leyes, pero la experiencia les dice que si los pillan con artículos de bajo coste ni siquiera tienen que pasar por dependencias policiales. Un juicio rápido, la imposición de una multa e historia zanjada.

El Código Penal fija un límite de 400 euros de valor a partir del cual se considera delito un hurto. Los productos de las tiendas a las que suelen acudir los ladronzuelos tienen un precio muy inferior; por eso, casi nunca se denuncia este tipo de sustracciones, salvo si el autor es pillado con las manos en la masa. Los propietarios también lo saben y evitan denunciar, lo que explica que la Policía tenga cada vez menor constancia de este menudeo.

Los empleados de las tiendas cuentan que no se sienten avergonzados cuando los cazan y más bien es un motivo de vacile entre los amigos. «Los pillas y no te piden perdón ni siquiera. Muchos se te ponen farrucos». Lo cuenta la dependienta de un negocio de la calle Columela de Cádiz. Mientras ordena prendas reconoce que les falta género en los percheros que no consta como mercancía vendida. Y ahora viene lo peor.

«Las épocas en las que hay que estar más atento es en navidad y rebajas, porque se llena de clientes, la ropa se amontona y queda revuelta por las mesas. Es casi imposible controlar a todo el mundo». No tiene autorización para hacer declaraciones a la prensa, y menos para hablar de un asunto que incordia en exceso a los comerciantes, pero su testimonio curiosamente coincide con el de otros compañeros de profesión.

La colocación de alarmas en los productos es la medida principal que imponen las tiendas. Comenzaron a hacerlo las grandes cadenas y luego se sumaron los negocios tradicionales, pero para los amigos de lo ajeno ya dejó de ser un obstáculo insalvable.

Faltan ojos

En otra tienda de ropa, más cercana al Palillero, su encargada introduce un argumento nuevo que podría explicar también por qué van en aumento este tipo de hurtos caprichosos. «Están recortando personal y muchas veces no podemos tener a un trabajador dedicado en exclusiva al control de las prendas que los clientes meten en el probador». En esta zona es donde se perpetran estos palos, en su mayoría. Los ladrones buscan que el camino esté expedito para entrar con varias prendas, y ya en la intimidad que les proporciona la cortina del probador, retiran las alarmas. Para salir con el botín, algunos optan por ponerse las prendas debajo de la ropa que llevan; otros las guardan en bolsas. Los empleados del comercio sólo se dan cuenta de que algo les falta cuando comprueban que «varias alarmas están escondidas en una misma prenda que dejan en el perchero».

La Policía Nacional ya se ha topado con varios casos de hurtos con bolsas forradas de papel de aluminio -un elemento que desactiva la alarma cuando se sale del establecimiento-. La última vez, los agentes detuvieron hace menos de un mes a dos mujeres rumanas que llevaban varias bolsas forradas con ropa. Fueron sorprendidas en el interior de la tienda antes de que lograran salir.

Por eso, en muchos establecimientos han optado por colocar alarmas que se confunden con etiquetas y códigos de barras o reforzar la seguridad de los artículos más preciados. Así se puede ver en otro establecimiento de un centro comercial de El Puerto, donde las prendas de piel llevan una alarma sujeta por un cable que no se desata del perchero. El cliente sólo puede probárselas, pero no tiene posibilidad de sacarlas, salvo con ayuda de un empleado de la tienda, que ya controla el artículo desde ese preciso instante.