María Teresa Fernández de la Vega, Elena Salgado, Carme Chacón y Alfredo Pérez Rubalcaba, durante una sesión del Congreso de los Diputados./ EFE
ESPAÑA

La crisis por el secuestro del 'Alakrana' deja heridas sin cerrar en el Gobierno

Los desajustes en la coordinación entre los ministros y las discrepancias internas provocan críticas veladas entre los socialistas

MADRID Actualizado: Guardar
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Meter la pata cuando uno vota una ley en el Congreso de los Diputados es más fácil de lo que puede parecer a primera vista. Acertar con el botón implica estar atento a los dedos del chivato que se encarga de soplar al resto del grupo, mano en alto, si lo que toca es un , un no, o una abstención. El pasado día 12 el Gobierno tenía una votación compleja. Había que sacar adelante la reforma de la ley de financiación autonómica que tantos quebraderos de cabeza le ha costado y los números estaban muy justos. Aún así, tres ministros, sentados uno junto a otro en la bancada azul, se enfrascaron a la vista de todos en una acalorada conversación. La ministra de Defensa, Carme Chacón, parecía explicar algo con vehemencia al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y al titular de Fomento, José Blanco. Faltaban cinco días para la liberación del Alakrana.

No es que la charla de estos pesos pesados del Ejecutivo tuviera consecuencias en la votación de aquella jornada. Se trata de una mera fotografía. Hacía pocas horas que las desavenencias entre la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y la responsable de los Ejércitos habían desbordado las ranuras de célula de crisis organizada en La Moncloa para gestionar el secuestro del pesquero. Desde entonces, la también ministra portavoz ha tratado de negar la existencia de la más mínima fisura interna. Sin éxito. Sus compañeros en el Consejo de Ministros se conforman ya con poner paños calientes. «¿Tendrán recorrido las heridas abiertas por esta crisis?», se plantea un destacado miembro del gabinete Zapatero. «No, yo creo que ya están superadas». Lo cierto es que el episodio entre las dos ministras que se disputan el favor de los ciudadanos en cada barómetro del CIS no es nuevo. Recuerda al vivido con el relevo del director CNI.

El presidente del Gobierno ha tratado de correr un tupido velo sobre la cuestión. En la reunión de la ejecutiva del PSOE hizo, aún así, un llamamiento a la «unidad y la prudencia» y pidió a todos que sean «especialmente responsables». Pero no es fácil encontrar a alguien satisfecho, en el PSOE o en el propio Ejecutivo, con el modo en el que se ha hecho frente a esta crisis. «El primer error -afirma un miembro de la dirección- fue el trato a las familias; parece mentira que en un país como éste, en el que desgraciadamente tenemos una larga experiencia con las víctimas del terrorismo, nadie optara por seguir ciertos protocolos». Hasta el 5 de noviembre, un mes largo desde que se produjo el secuestro, ningún ministro se puso en contacto con las familias de los marineros. Esa relación corría a cargo del secretario del Mar, Juan Carlos Martín Fragueiro, un alto funcionario del Ministerio del Medio Ambiente, Rural y Marino.

Alas a la crítica

Como suele ser habitual en estos casos, la crítica interna no se centra tanto en las actuaciones del Gobierno en sí. Muchos coinciden en que el fenómeno de la piratería es demasiado novedoso como para saber cuál es la mejor manera de enfrentarse a él y se aferran a que, al fin y al cabo, los 36 marineros del Alakrana salieron ilesos de la captura. Lo que no entienden es que el Ejecutivo no hablara en todo momento con una única voz, que no se supiera quién llevaba las riendas del asunto, que un día diera la cara Chacón y al otro el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. «Y que María Teresa -dice otro dirigente- diera alas a los rumores de fractura interna con una intervención innecesaria desde la mesa del Consejo de Ministros».

Visiblemente nerviosa, Fernández de la Vega salió a la palestra el 13 de noviembre para defender -sin que nadie aún le hubiera preguntado sobre el tema- decisiones como la de detener a dos piratas y traerlos a España. La vicepresidenta primera siempre ha sido consciente de que despierta animadversión entre destacados miembros del Gobierno y el partido. Aquel día, después de haber adoptado un perfil bajo en esta crisis y haber recibido por ello las críticas del PP -que no entendió su viaje a Argentina en pleno secuestro- consideró necesario dar un paso al frente y decir aquello de «asumo toda la responsabilidad». Pero hay quien cree que «se pasó de frenada» y que «elevó a categoría» lo que hasta entonces habían sido destellos de descoordinación e improvisación.

Un botón de muestra. El día que se produjo la liberación del barco, este martes, el único ministro de la célula de crisis que estaba en Madrid era Fernández de la Vega. Los titulares de Asuntos Exteriores, Defensa y Medio Marino estaban desperdigados por distintas capitales europeas. De modo que mientras desde la Moncloa se anunciaba una convocatoria del gabinete de coordinación, la vicepresidenta se reunía consigo misma. Y eso que Moratinos dijo que sabían qué día se iba a producir la liberación.

Con todo, el jefe de la diplomacia es el único que parece haber salido fortalecido de este embrollo. El presidente del Gobierno aprovechó su efímera candidatura a Alto Cargo de la UE para la Política Exterior para afirmar que lo quiere a su lado. Fuentes gubernamentales recuerdan que siempre ha querido llegar a la presidencia europea con un Ejecutivo asentado. Si hay cambios serán después. «Conviene estar atentos a la elaboración de listas municipales en septiembre; será un buen momento para mover sillas», apunta un dirigente nacional.