Obama y Hillary Clinton, rodeados por sus asesores, comparten mesa con Hu Jintao en el Gran Palacio del Pueblo en Pekín. / AFP
MUNDO

Obama consagra el ascenso de China

Sella una pragmática alianza con Pekín para dejar atrás la recesión con tímidos reproches al recorte de libertades en el gigante asiático

PEKÍN Actualizado: Guardar
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Consciente de su imparable crecimiento económico y su cada vez mayor influencia diplomática, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, formalizó ayer su matrimonio de conveniencia con el régimen chino. Washington y el resto de la comunidad internacional necesitan al gigante asiático, que va camino de convertirse en la segunda potencia del mundo, para salir definitivamente de la crisis y solucionar problemas como las aspiraciones nucleares de Irán y Corea del Norte o el cambio climático.

Todo ello pese a las notables diferencias entre ambos, sobre todo en derechos humanos y la situación de Tíbet, que quedaron patentes en la plúmbea comparecencia que protagonizó Obama junto a su homólogo chino, Hu Jintao, tras reunirse durante dos horas en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín. Ante cerca de 200 periodistas y sin aceptar preguntas, ambos mandatarios leyeron sendas declaraciones donde expusieron sus coincidencias, pero también dejaron entrever sus divergencias. Tal como recoge el texto conjunto, los dos países reconocieron que el principal escollo se refiere a las libertades en China, por lo que convocaron una ronda de diálogo en febrero del próximo año en Washington para acercar posturas.

«Todos los pueblos y minorías tienen inherentes unos ciertos valores universales, que no son principios exclusivos de EE UU, sino de todos los países», volvió a insistir Obama ante un impertérrito Hu Jintao que ni siquiera pestañeó. A cambio, y como mandan las normas de la diplomacia, el presidente norteamericano tuvo que volver a comprometerse públicamente con el principio de «una sola China» y la integridad de su soberanía territorial para rechazar la independencia de Taiwán y Tíbet. No obstante, Obama instó al presidente chino a retomar el diálogo con el Dalai Lama, considerado un terrorista separatista por Pekín.

Disidentes

De esta manera, ambos dirigentes salvaban la cara ante sus respectivas audiencias con tan espinosos asuntos. Los grupos defensores de los derechos humanos habían criticado previamente a Obama por modular su discurso ante la represión que sufren los disidentes políticos en China y la persecución contra los seguidores del Dalai Lama, a quien no quiso recibir el presidente norteamericano durante su última estancia en Washington para no enojar al régimen de Pekín.

Todo un agravio para Obama, quien, al igual que el Dalai Lama, ha sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz por abanderar los más elevados ideales de justicia, pero debe plegarse con pragmatismo a los intereses que dicta la diplomacia para alcanzar acuerdos de índole planetaria con la emergente China. Entre ellos, figura la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera en la lucha contra el calentamiento global, que tiene una cita decisiva el próximo mes de diciembre en la conferencia internacional de Copenhague auspiciada por la ONU.

«Nuestro objetivo allí no es un compromiso parcial o una declaración política, sino un acuerdo completo que cubra todos los aspectos de la negociación y tenga efecto inmediato», anunció Obama con más buenas palabras que intenciones reales, ya que las divergencias entre EE UU y China frustrarán un programa concreto de reducción de gases de efecto invernadero para prolongar el Protocolo de Kioto, que expira en 2012.

Aviso a Irán

En el plano internacional, el inquilino de la Casa Blanca advirtió a Irán de que «habrá consecuencias si no se muestra transparente y demuestra que su programa atómico tiene carácter pacífico». Además, instó a Corea del Norte a volver a las conversaciones a seis bandas de Pekín sobre su desarme nuclear si quiere «evitar más aislamiento y volver a reintegrarse plenamente en la comunidad internacional para que su pueblo viva mejor».

En el aspecto económico, EE UU confía en nivelar su balanza comercial con China, que el año pasado registró un déficit de 268.039 millones de dólares (181.439 millones de euros). Como en anteriores ocasiones, el régimen de Pekín volverá pronto a tirar de chequera firmando contratos multimillonarios con empresas americanas de infraestructuras.