Michael Jackson llega al país de Nunca Jamás
La Policía busca a su médico personal, que podría haberle suministrado un narcótico antes de sufrir un paro cardiaco El Peter Pan del pop pagó toda su vida no haber tenido infancia
Actualizado: GuardarHa vivido diez años más que los otros dos mitos del pop caídos prematuramente, John Lennon y Elvis Presley. Entre otras rarezas, Michael Jackson también estaba obsesionado con ellos; compró los derechos de las canciones de los Beatles y se casó con la hija del Rey del Rock. Las dos operaciones le salieron rana: tuvo que hipotecar los clásicos de Lennon y McCartney -hoy propiedad de Sony y el Banco de America- y el divorcio finiquitó un matrimonio que nadie se había creído. Hacía ocho años que no lanzaba un disco, y, sin embargo, aparecía casi a diario en los medios. Su inesperada despedida a los 50 años tiene algo de venganza, de mutis por la puerta falsa. Escrutadas sus cotidianas excentricidades hasta la náusea, el cantante preparaba su resurrección artística. A semejanza de la rentabilísima maniobra de Prince, iba a ofrecer cincuenta conciertos en Londres desde el mes de julio con las entradas agotadas. Todo hace indicar que el estrés de los ensayos y su abundante medicación derivaron en un paro cardiaco en su mansión de Los Ángeles.
Ya no vivía en Neverland, su rancho y parque de atracciones, objeto de mil embargos. Pagaba 100.000 dólares al mes por una casa de estilo francés en Bel Air con siete dormitorios y trece cuartos de baño. Eran las doce del mediodía cuando su médico personal intentaba reanimarle en vano. Los servicios de emergencia apenas tardaron diez minutos. Ingresó en el hospital Ronald Reagan en estado de coma.
Hasta conocer los resultados de la autopsia habrá que atender a las cábalas de sus allegados. La Policía intenta localizar a su médico personal, en paradero desconocido, y ha confiscado su vehículo en busca de pistas. Según el portal TMZ -el primero que anunció el deceso-, Jackson recibió una gran dosis de morfina justo antes de su muerte. Al parecer, el padre del cantante quería ingresarle en un centro de rehabilitación por su adicción a los narcóticos. Se inyectaba a diario Demerol y, según representantes de su nueva gira, se encontraba generalmente «en estado letárgico» y llegaba tarde a los ensayos. El abogado de la familia, Brian Oxman, ha sugerido que su muerte podría deberse a un consumo excesivo de pastillas y que estaba rodeado últimamente de personas «que le influían negativamente».
Su dependencia de los fármacos venía de largo. Tomaba analgésicos desde que sufrió graves quemaduras durante la grabación de un anuncio. Las múltiples transformaciones que había practicado en su cuerpo acabaron pasándole factura. Y es que hay una generación que sólo conoce a Jackson de las páginas de cotilleos. Convertido en una caricatura de sí mismo, tan pronto sostenía a su bebé inconscientemente en el vacío, como entraba y salía de los juzgados por supuestos abusos sexuales a menores.
Su muerte obliga a recordar que el pequeño de los Jackson Five fue la primera estrella negra que conquistó públicos masivos. Lo explicaba en su día Quincy Jones, productor de Thriller, todavía hoy el álbum más vendido de todos los tiempos: «Pese a ser el motor del pop, la música negra ha sido segundo violín demasiado tiempo. Michael conectó con todo el mundo». Contaba con una voz flexible y penetrante, era una bailarín consumado que ejecutaba sus propias coreografías y fue pionero en ver las potencialidades del videoclip y el canal MTV.
«Un alma dulce»
Las muestras de dolor en todo el orbe certifican que, por una vez, la lástima se ha impuesto al morbo. Internet dio antes que nadie la noticia y después se colapsó. La puerta del teatro Apollo en Harlem se llenó de plañideras gospel por una estrella que ha vendido 750 millones de discos. Hoy resulta más fácil que nunca verle como un Peter Pan sin infancia que se negó a crecer. «Un chico con un gran talento y un alma dulce», alababa ayer Paul McCartney, aunque en su día le tirara los trastos a la cabeza.
Michael Jackson empezó a cantar profesionalmente a los cuatro años. Había nacido el 29 de agosto de 1959 en Gary, Indiana, ciudad bautizada del pecado porque servía de escondite a los habitantes de Chicago y a sus vicios. Su padre combatía sus frustraciones dándole palizas y alentando la vocación musical de sus hermanos para alejarlos de la calle. A mediados de los sesenta, los Jackson Five ya graban singles. Diana Ross queda prendada de los niños y actúa como su madrina al fichar para la Motown.
El benjamín vuela por libre en álbumes puntuales de soul tierno y sofisticado, donde su voz demuestra insólitas cualidades. La separación con la discográfica no es amistosa. La Motown se queda con el nombre -desde entonces fueron The Jacksons, a secas- y tan sólo es cuestión de tiempo que Quincy Jones se cruce en el camino del artista. Editado en 1979, Off the Wall inaugura el estilo saltarín, pop y bailable que se sublimaría en Thriller. El éxito del videoclip, con su protagonista convertido en zombi, multiplica las ventas del disco.
A partir de ese momento comienza la cuesta abajo. La progresiva decoloración de su piel se justifica por accidentes que exigen operaciones de estética. Se afirma que padece vitiligo y sufre pérdidas de pigmentación. Eclipsado por otros artistas y el pujante rap, se convierte en noticia por motivos extramusicales. Se dice que compra el esqueleto del Hombre Elefante, que duerme en una cámara de oxígeno...
Las excentricidades adoptaron un matiz humillante cuando, en 1993, el padre de uno de los niños que invitaba a Neverland le acusa de haber abusado sexualmente de su hijo de 13 años. En vez de ir a juicio, Jacko llega a un acuerdo económico, lo que contribuye a hundir su reputación en los abismos. En 2005, después de reconocer con candidez en un documental que duerme con niños, una segunda acusación de pederastia acaba en los tribunales. Los cinco meses de circo mediático se saldaron con un veredicto de inocencia. Cayó tan bajo que ya sólo puede ser reivindicado.
Arruinado y autoexiliado en el Golfo Pérsico, el Rey del Pop había insuflado esperanza en sus fans cuando reapareció en Londres para anunciar sus conciertos. Su última frase resulta premonitoria. «Este es, de verdad, el telón final».