«Pensé que ya no tenía ninguna posibilidad»

Su cuerpo es un mapa de cicatrices. Una por cada vez que ha salvado la vida. Joaquín Navarro, gaditano de 68 años, está doblemente trasplantado de riñón y de hígado. Los dos órganos llegaron a la vez de un mismo donante compatible y la operación se hizo sin demoras. Hace ya de aquello cinco años, que no le han servido para olvidar todo lo que precedía a la intervención.

A Joaquín le diagnosticaron una cirrosis hepática que le afectó también los riñones. Tras probar todos los tratamientos posibles, la única salida que quedaba era el trasplante. «Estuve año y medio en la lista de espera», recuerda el gaditano, que se aferraba a la familia para no venirse abajo. «Es muy duro porque pensaba que no tenía ninguna posibilidad».

Se trataba de dos órganos y había mucha gente por delante. Durante ese tiempo, jamás pudo hacerse a la idea de que una persona tenía que morir para que él salvara la vida. «Cuesta pensar en ello y sobre todo en la valentía que tiene que tener una familia para dar ese paso en un momento tan difícil», asegura.

Pero llegó, un 22 de septiembre pasó de estar enfermo a volver a ser un hombre sano y hacer una vida normal con sus mujer y sus tres hijas. A Joaquín la generosidad del donante le ha permitido ver crecer a sus seis nietos y volver a pasear por la playa de Cádiz. «Me operé en el hospital Reina Sofía de Córdoba, el cuartel general de los trasplantados», asegura.

Durante los cuatro meses que estuvo ingresado en el hospital lo acompañó su mujer. «Si no hubiera estado ella no sé si lo habría superado, ha sido mi apoyo en todo momento y es muy importante mantener el ánimo» insiste el trasplantado.

Joaquín es carpintero jubilado y se dedica ahora a concienciar de la importancia de la donación. Preside mesas informativas, ofrece charlas en colegios e institutos y agradece todos los días la generosidad de los familiares de donantes que le han brindado otra oportunidad.