ANÁLISIS

La entrevista de Praga

| CÁTEDRA JEAN MONNET-IE UNIVERSIDAD Actualizado: Guardar
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L a reunión de ayer entre Obama y Zapatero puso fin a una grave anomalía, la ausencia de diálogo entre el presidente de EE UU y el jefe de Gobierno español en los últimos cinco años. Ambos países aspiran a un nuevo comienzo en sus relaciones y la entrevista de Praga puede ser un primer paso. La perspectiva española sobre Iberoamérica y la experiencia en energías renovables de nuestro país constituyen dos puntos clave de la agenda.

Obama tiene una visión pragmática de la política internacional y se guía claramente por la defensa de los intereses de su país, sobre todo en el terreno económico y en el de la seguridad. Es cierto que tiene un estilo cercano y una simpatía incomparable. Pero contará con los europeos que contribuyan a resolver los problemas, y si no los hay, trabajará solo o con otros aliados. Por ahora, su petición de ayuda en Afganistán ha sido respondida en serio por un único país, Reino Unido. A cambio, en el terreno económico se ha producido al final del G-20 un consenso aceptable y una mayor sintonía transatlántica.

Para Obama, España no está en su lista de prioridades y es igual de consciente que Bush del antiamericanismo, la levedad y la excentricidad de Zapatero en cuestiones de política exterior, rasgos bien ejemplificados hace unos días en el asunto de Kosovo y de modo permanente por la fantasmagórica Alianza de Civilizaciones. No obstante, el nuevo presidente de EE UU está dispuesto a hacer al menos un intento para mejorar la relación bilateral con nuestro país, y por ello ha incluido esta entrevista entre la docena de reuniones con jefes de Gobierno que celebra durante esta gira europea.

Los comentarios de Zapatero sobre la afinidad personal y la visión común de las cosas con Obama obedecen más a emociones que a realidades. En Afganistán, España aumentará su contribución pero no su nivel de compromiso, al no modificar las limitaciones en el uso de la fuerza de los soldados allí destacados. Pondrá más dinero para la reconstrucción, pero el batallón que se enviará para reforzar la seguridad de las elecciones afganas en agosto volverá tras su misión y sólo aumentará nuestra presencia en una docena de instructores militares y cuarenta guardias civiles. Zapatero se zafa de mayores responsabilidades en la cooperación con EE UU mediante una huida hacia una Europa irreal: enarbola la futura presidencia española en 2010 como si fuera una gran baza política, desconociendo el difícil contexto institucional y económico europeo. Argumenta que hay que dar una «solución europea» a las peticiones de Washington, pero niega su afirmación al situarse en una disyuntiva inexistente: apoyar al eje franco-alemán o hacer seguidismo de la única superpotencia. Zapatero ha respondido a esta oportunidad con su capacidad habitual de propaganda más que haciendo los deberes.