PRECAMPAÑA. Avigdor Lieberman, a la derecha, escucha a Tsahfrir Abanjov, en el kibutz de Nirim. / AP
MUNDO

La ultraderecha amenaza con impedir que gobierne Netanyahu

Su líder, Lieberman, reforzaría su posicion con una alianza con Kadima

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Va para dos años que Benjamin Netanyahu espera estas elecciones generales en Israel casi sin abrir la boca, cómodamente instalado como perpetuo favorito en todas las encuestas. Y, últimamente, viendo con satisfacción cómo los fallos de sus rivales y la ofensiva en Gaza le hacían el trabajo de escorar al electorado hacia sus postulados de derecha. Hasta que el viejo halcón del Likud ha advertido que los votantes han empezado a inclinarse... demasiado a la derecha.

A una semana de los comicios, los sondeos han dado la sorpresa revelando el meteórico avance de Avigdor Lieberman, jefe del ultra- nacionalista Yisrael Beiteinu, que con una previsión de hasta 19 escaños, amenaza con desplazar al Laborismo de Ehud Barak como tercera fuerza política del país (obtendría entre 14 y 17 diputados). Y, si cabe, con superar al segundo clasificado, el Kadima de Tzipi Livni, al que se calculan de 22 a 25 parlamentarios.

Inesperadamente, Lieberman se ha convertido en una pesadilla para Netanyahu. Primero, porque el desorbitado crecimiento del Yisrael Beitenu sería a costa del Likud (hoy, 27 escaños), y eso beneficia a Livni. Pero sobre todo, porque nada garantiza que el inquietante Avigdor vaya a poner sus ganancias en las urnas al servicio de su viejo y natural aliado.

De hecho, en el partido conservador, algunos dan por hecho que Lieberman podría haber cuajado ya un acuerdo con el Kadima, forjado a cuenta de arreglos referidos a los palestinos y de intereses compartidos, como cambiar el sistema de gobierno o instituir el matrimonio civil, dos insignias del programa del Yisrael Beitenu. Y que, por cierto, complican mucho la ingeniería electoral de Netanyahu con vistas a la formación de una coalición con Lieberman, toda vez que sus posibilidades pasan por integrar también al ultraortodoxo Shas (10 diputados), frontalmente opuesto a aceptar tales modernidades reformistas.

Avigdor Lieberman calla, y no es accidental -dicen en el Likud-, que aún no se haya pronunciado sobre quién recomendaría como primer ministro. Paralelamente, crece el nerviosismo de Netanyahu, que ha tenido que abandonar su placentero silencio y saltar a la arena de la campaña. El martes lo hacía para seguir ganando espacio por la derecha, al postular que la guerra contra Hamás debe continuar, y que «no queda otra opción que arrancar de raíz el régimen proiraní de Gaza».

'Bibi' probaba con otro caladero, anunciando su idea de asociarse con el laborismo y el esquivo Yisrael Beitenu en un Gobierno formado en nombre de la «unidad nacional». En tanto, la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, se relaja buscando votos con su equipo por las noches en los pubs de Tel Aviv.