ANÁLISIS

Previsible

Pocas veces, como ayer, resultó tan fácil de adivinar la decisión del Banco Central Europeo. Todo se puso a favor de un recorte de los tipos de interés en la zona euro. La institución monetaria tiene el encargo de velar por la inflación y ésta se sitúa hoy con holgura por debajo del objetivo, fijado en el 2%. En estos momentos, tal y como están las cosas, asusta más la posibilidad de perder a la inflación que un eventual acelerón de los precios.

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Luego está la situación económica y, aquí, Trichet tiene a más de la mitad de sus socios llorando su desconsuelo por las esquinas, en pleno estado de recesión. Y, por fin, están otras autoridades monetarias. La Reserva Federal estadounidense ha abolido, prácticamente, los tipos de interés del dólar y el Banco de Inglaterra los ha puesto en su nivel más bajo de los últimos siglos para la otrora orgullosa libra esterlina. Así que no había dudas al respecto de la decisión de la institución europea.

Pero sí las había en cuanto a la envergadura de la rebaja. Trichet no destaca por su ¿valentía? Y más bien, pasará a la historia por su ¿prudencia? Si los norteamericanos apuestan por el adagio de a grandes males, grandes remedios, el presidente del BCE prefiere seguir el consejo italiano que asegura aquello de piano, piano, se va lontano. En esto hay opiniones de todo tipo. Algunos creen que lo mejor para enfrentarse a la recesión es abaratar el precio del dinero, para que la gente se anime a comprar y las empresas se lancen a invertir.

Otros consideran que es mejor guardar una parte del arsenal monetario para utilizarlo más tarde si la economía se deteriora aún más. Llegados a estos ínfimos niveles, prefiero la postura de Trichet. Si la economía estadounidense no responde a los estímulos fiscales, ni a la relajación monetaria, ¿qué hará Obama? Supongo que rezar.