HOGAREÑO. El hotel se convierte en un segundo hogar. / C. L.
Ciudadanos

Hoteles convertidos en el salón de casa

Ofertas como la de Bodegas Real atraen a un turista de mediana edad que busca de un ambiente familiar

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Ofrecer una fiesta de Fin de Año y acoger es diferente. Éste es el objetivo que persigue el hotel portuense Bodegas Real, que desde hace tres años organiza la cena y el cotillón para entrar en el nuevo año con buen pie.

Todos están invitados a participar en la fiesta, aunque para quien no ha quedado hueco es para la crisis. El director comercial del hotel, Álvaro Casal Vela, aseguró que apenas han notado el declive económico en el número de reservas. De hecho, sólo quedan diez plazas libres para acudir a la cena y posterior cotillón. El hotel cuenta con 120 plazas y la idea es hacer una celebración «acogedora», por lo que la dirección del hotel no se plantea ampliar el número de comensales.

El hotel ofrece dos paquetes diferentes: por 165 euros por persona y noche se puede disfrutar de la cena y el cotillón; y por 225 euros se añade la habitación para descansar en el mismo hotel después de la celebración. El paquete incluye el primer desayuno del año.

El público que asiste a esta fiesta es de mediana edad. Unos 80 clientes repiten todos los años, ya que «están encantados con el ambiente familiar y acogedor de la fiesta», según explicó el director comercial.

Entre los asistentes, siempre acude un grupo de noruegos que cada año celebra la noche del 31 de diciembre en Bodegas Real. «Son los primeros que salen a la pista de baile y ya durante la cena se arrancan al son del piano», comentó Casal.

Por muy acogedor que se haga el encuentro, el menú de la noche difiere de uno casero y Bodegas Real ofrece de primer plato terrine de foie albardado en hojaldre y caramelo de lombarda, crema de espárragos verdes con teja de queso payoyo y jamón Cinco Jotas crujiente. Los comensales disfrutarán de una mariscada. Gambas blancas, langostinos de Sanlúcar y cigalas. Y aún hay hueco para más. Rodaballo a la crema de vino de la tierra, vieira a la mantequilla de alcaparras y patatas torneadas. Por último, el chef de la casa ofrece cremoso de azafrán con caviar de pera. Por supuesto, todo regado con champán francés y un piano de fondo. Cuando los comensales hayan disfrutado de la cena habrá llegado el momento de escuchar las doce campanadas. En el salón se instalará una gran pantalla y todos los asistentes, como marca la tradición, se comen las doce uvas.

A partir de este momento se abre la barra libre en la que se ofrecen bebidas de reserva y la música toma protagonismo. Sobre las dos de la madrugada, un pequeño descanso para disfrutar de la recena para tomar fuerzas y seguir bailando durante toda la madrugada. Y esto no es todo. Cuando amanezca, llegará el momento del chocolate con churros, para entrar en calor.

Los trabajadores de Bodegas Real se afanaban ayer en ultimar los preparativos de este fiesta especial. Todo está cuidado al mínimo detalle para convertir el salón del hotel en el hogar de estas 120 personas que, durante una noche, se convierten en una gran familia.