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«No tengo ningún remordimiento»

El caso del 'Fritzl británico' asombra y enoja a Reino Unido por no haberse descubierto a tiempo

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Desde el primer ministro, Gordon Brown, hasta los responsables de los servicios sociales en Sheffield, fue ayer continua la cadena de manifestaciones de asombro y los compromisos públicos para investigar cómo es posible que un británico de 56 años dejase diecinueve veces embarazadas a sus dos hijas durante más de dos décadas.

El tribunal que le condenó en Sheffield a 25 cadenas perpetuas y a pasar un mínimo de diecinueve años y medio en prisión decretó también que los medios de comunicación no pueden contribuir a la identificación de la familia, porque las víctimas de las al menos 25 violaciones han pedido protección para rehacer sus vidas.

Lo que se sabe es que se trata de un varón de 56 años, divorciado, al que se describe como hombre de negocios. Comenzó a abusar sexualmente de sus hijas cuando éstas tenían 8 y 10 años, hace veinticinco años. También se conoce que no quiso ir al tribunal y que escribió a su hermano una carta en la que le decía: «No siento remordimiento». De los diecinueve embarazos incestuosos -siete con una hija y doce con la otra-, se perdieron diez fetos y dos bebés murieron en el nacimiento. Viven dos hijos nacidos de una hermana y cinco de la otra. Y a partir de ahí lo que se conoce es que la incredulidad de las policías y asistentes sociales facilitó que tal cosa sucediera.

En un caso que parece convertir en más leve el del padre austríaco que abusó de su hija, a la que detuvo en un sótano de la casa, el 'Fritzl británico', como ya le llamaban ayer algunos medios, eludió su descubrimiento mediante una violencia brutal y moviéndose continuamente entre pequeños pueblos de las comarcas de Lincolnshire y Yorkshire.

En la escuela a la que acudían las niñas comenzaron a preguntarse el origen de sus heridas y lesiones, pero pensaron que se trataba de algún caso de acoso escolar. Y pronto se fueron a otro lugar. Cuando quedaron embarazadas un médico observó deformaciones del feto y les aconsejó que no tuvieran hijos con la misma persona. Las preguntas sobre la paternidad quedaron sin respuesta.

Ya adolescentes, llamaron a 'Childline' -una línea telefónica creada por una organización benéfica para asistir a niños abusados- pero quien les atendió no les dio la garantía de que podrían conservar sus hijos. Y colgaron. Su hermano denunció el incesto en comisaría, cuando vivían en un pueblo de Lincolnshire, pero al policía le pareció una fantasía. Por eso, el condenado sometía a su hijas con golpes o acercándoles la cara al fuego de la cocina hasta quemarlas levemente.