Cultura

Federico Trillo: el diputado que aprendió a leer con 'El Quijote'

Ayer se clausuró el XVI Simposio Internacional sobre Narrativa Hispánica Contemporánea, organizado conjuntamente por la Fundación Luis Goytisolo y el Ayuntamiento portuense, después de que en las paredes del Auditorio Municipal Monasterio de San Miguel se hayan quedado impregnados cientos de autores y obras que han marcado la vida de Margo Glantz, Luis Ángel Rojo, Margarita Salas, Alfonso Guerra y Federico Trillo.

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Federico Trillo, diputado del Congreso del Partido Popular, centró su intervención en las obras literarias que han marcado y siguen marcando su vida, dejando en el cajón los títulos de derecho, ya que «los asistentes al Simposio están inmersos en el mundo literario».

Trillo hizo un recorrido en el que se presentó cuando aún apenas sabía leer y llegó hasta «ésta, mi tercera parte de la vida». Con El Quijote de Miguel de Cervantes aprendió a leer y desde entonces surgió en él un amor incondicional por la literatura.

La lectura lo ha acompañado en todas las etapas de su vida y tomó un papel fundamental en la adolescencia, «el momento más radical de la vida, en la que se forman y deforman los caracteres intelectuales». Una etapa, según comentó, «nada original, ya que siempre se basa en la radicalidad». En esta época, Trillo buscó los best seller y obras de Luca de Tena y Martín Vigil y se introdujo en el ensayo y la poesía.

Con una edad ya más madura, a partir de 1965, Trillo se centró en obras más profundas y complejas de autores como Nietzsche, Sartre y Kierkegaard y descubrió la sensibilidad de manos del poeta portuense Rafael Alberti.

Pero, como todo estudiante, Federico Trillo también tuvo que hacer frente a las «lecturas forzosas» y aprendió a amar a los clásicos para volver a lecturas más filosóficas en su llegada a la Universidad, donde siempre prefirió las lecturas de Freud a las de Marx.

Además, durante estos años se vio marcado por lecturas como La Familia de Pascual Duarte de Cela, A sangre fría, de Truman Capote y por las de Valle Inclán, entre otras, que «me ayudaron con su realismo a aprender derecho». Pero sin duda, encontró en Shakespeare un espejo de la realidad extrapolando a los propios personajes inmortales del autor a los hombres y mujeres reales del siglo XX.

Ya en la tercera etapa de su vida, sigue inmerso en «la aventura de leer» y reaviva el «regusto por los clásicos».