MUNDO

Imperio Obama

George W. Bush se retira de escena tras haber logrado la mejor posición geopolítica que potencia alguna haya tenido en la Historia, imponiendo la presencia americana en escenarios inimaginables no hace muchos años. Pero lo ha conseguido a un precio que debilita a Estados Unidos: se ha ganado recelos, rechazo y odio por doquier. Washington necesita ahora un hombre capaz de lavar su deteriorada imagen, un líder elocuente que persuada a sus aliados para que voluntariamente colaboren con todos sus medios ante los desafíos que acechan a la seguridad en el mundo.

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Los planteamientos fundamentales de los dos candidatos en materia de seguridad y defensa son casi calcados, aunque para muchos norteamericanos John McCain es un militarista, continuador de la agresiva geopolítica de Bush, mientras que Barack Obama emana moderación, abanderando el multilateralismo y la retirada inmediata de Irak. Los asesores del candidato demócrata le han diseñado un papel de moderno pacificador, de esperanza de cambio para millones de personas en el mundo, capaz de resolver los problemas mediante ayuda económica y medios civiles. Habilísima operación detrás de la cual se ve la mano del estratega Brzezinski, del experto en seguridad nacional Richard Clarke, del ex directivo de la CIA John Brennan y del premio Nobel de economía Joseph Stiglitz. Y, por supuesto, del que fuera embajador en la ONU y posible futuro secretario de Estado, Richard Holbrooke.

Barack Obama representa la adaptación a las nuevas exigencias de los permanentes intereses vitales de EE UU, que se resumen en preservar su supremacía política, económica, cultural y militar. Pero aunque la retórica de la campaña electoral pudiera llevar a pensar que el aspirante demócrata alberga entre sus planes un proceso de desmilitarización para compartir el liderazgo mundial, nada más lejos de sus intenciones. Su oposición a carísimos programas -como el avión indetectable F-22 Raptor, los destructores DDG-1000 o los submarinos clase Virginia- o su propuesta de retirar portaaviones o unidades completas de aviones y reducir drásticamente el arsenal nuclear son simplemente requisitos de los previsibles futuros escenarios y modalidades de confrontación.

La eventualidad de un enfrentamiento directo entre grandes potencias va dejando paso a la amenaza del extremismo ideológico, de los Estados fallidos, los desplazamientos masivos, la subversión urbana, la pugna por los recursos escasos, las pandemias o los desastres ambientales. Los combates venideros se localizarán en ciudades masificadas, en selvas impenetrables, en inhóspitas montañas o en los polos, donde la mayor parte del material bélico actual es inservible y la organización de las unidades, inadecuada.

Línea de acción

Ésa es la línea de acción que han escogido tanto Obama como McCain, sólo que el demócrata puede dibujarla con más credibilidad, por su imagen inofensiva y popular. La reducción del personal desplazado a Irak es un buen ejemplo de esta lógica. Ninguna Administración puede permitirse mantener indefinidamente 140.000 hombres en un conflicto que ha costado más de 4.000 muertos, 60.000 heridos y dos billones de euros. Pero sobre todo, porque ha agotado al Ejército estadounidense, incapaz de mantener la rotación necesaria de efectivos. Una vez lograda cierta estabilización, el repliegue no podía esperar. Pero ni siquiera Obama renunciará a dejar al menos 15.000 hombres haciendo guardia en ese inmenso portaaviones anclado en mitad de una de las zonas geoestratégicas más importantes del mundo. El resto se irá empleando en el frente de Afganistán, en recomponer la capacidad de intervención y en reconfigurar la reserva estratégica norteamericana, actualmente casi inexistente.

Los planes demócratas para las Fuerzas Armadas pasan por incrementarlas en 65.000 soldados y 27.000 marines, aplicando fuertes incentivos para captar y retener tropa y aumentado el apoyo a las familias. Pero también incentivando a la oficialidad, dado que harían falta 3.000 capitanes y comandantes, y casi el 60% de los oficiales más jóvenes procedentes de West Point están deseando pasarse a la vida civil. Para complementar su actuación, los demócratas pretenden crear un Cuerpo de Asistencia Civil, integrado por 25.000 voluntarios: abogados, médicos, electricistas, ingenieros, albañiles, fontaneros o periodistas, especializados en la estabilización y reconstrucción de las zonas en las que las fuerzas armadas deban actuar.

Para seguir dominando los océanos, protegiendo el comercio mundial, la red de fibra óptica y los suministros de energía, Barack Obama se propone reforzar la Armada, pero adaptándola. Los barcos serán más pequeños y rápidos, capaces de operar en gran variedad de aguas y de transportar tropas velozmente a cualquier escenario. Y creará una Fuerza de Escuadrones Preposicionados en mares clave.

Por otra parte, el candidato demócrata intentará mantener el liderazgo norteamericano del espacio convenciendo al mundo de la necesidad de prohibir las armas contra los satélites, en clara alusión a China. Y en el aire tratará de lograr la superioridad estratégica con aeronaves no tripuladas, transportes pesados C-17 y aviones de repostaje en vuelo KC-X.

Reducción nuclear

La reducción nuclear sigue el mismo razonamiento. No tiene sentido almacenar una potencia total equivalente a 200.000 veces la bomba de Hiroshima; miles de ojivas costosísimas de mantener y custodiar cuando probablemente nunca se emplearán. La idea de los demócratas es irlas reemplazando por nuevos ingenios, más seguros y fáciles de transportar. Igual sucede con un escudo antimisiles de cuestionada eficacia, en el que se llevan invertidos 86.000 millones de euros, y cuyo presupuesto para los próximos cinco años asciende a otros 45.000 millones.

Sobre todo cuando misiles como el ruso Topol RS-12M, que no siguen una trayectoria balística predecible, ponen en entredicho su eficacia. El candidato demócrata opta por dejar la investigación abierta pero con una menor inversión, implicando a los europeos en su financiación, y desviando fondos a otros proyectos más urgentes.

El próximo 4 de noviembre, además de una elección, se dictará una lección sobre cómo apuntalar una superpotencia. Porque, salga elegido McCain u Obama, ambos pretenden que haya un único ganador: Estados Unidos de América.