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«Tendré que tirar todos los muebles»

Tres días después de la tormenta, vecinos de Cádiz hacen balance de las pérdidas en hogares y negocios

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Tres días después de la catástrofe, después de trabajos de limpieza y de achique de agua, a los vecinos afectados por la tromba de agua les llegaba la hora de buscar soluciones, de hacer recuento de las pérdidas y reclamar responsabilidades.

«Nosotros hemos calculado unas pérdidas de unos 6.000 euros», estimaba Lourdes Alba, dependiente de un inmenso bazar de Callejones de Cardoso, en el barrio de La Viña, que ayer a pesar de las fiestas abría sus puertas casi como si nada hubiera pasado, a pesar de que el agua les llegó hasta las rodillas sábado y aún ayer se filtraba líquido de los niveles freáticos a través del suelo. En esta tienda, cientos de productos han tenido que ser desechados y sustituidos en las estanterías: ropa, juguetes, peluches, material escolar... «Los tenemos en un almacén a la espera de que llegue un perito del seguro, para valorar los daños», explica Lourdes.

La calle aún escurre

Los vecinos del barrio gaditano de La Laguna, posiblemente, el más afectado de la capital por el temporal de viento y lluvias que azotó la provincia el fin de semana, aún ayer escurrían (literalmente) sus coches, sus muebles y sus suelos. «Tenemos las puertas de madera de las alacenas hinchadas por el agua, y los colchones y camas mojadas», explicaba ayer Alfonso Cantero, gaditano ya jubilado que junto a su mujer amontonaban mantas, colchas y vestidos en la bañera de su casa, en un extremo de la calle Sorolla, que se convirtió literalmente en un río de agua y barro: «Llegamos a ver un frigorífico flotando calle abajo», afirma. «El agua nos llegó hasta los tobillos», recuerda mientras recorre su vivienda, que al estar en una planta baja, se vio gravemente afectada.

Muy cerca de allí, en el aparcamiento subterráneo del estadio Ramón de Carranza, el dueño del cercano bar La Laguna, José Benítez, visitaba el aparcamiento sólo con la esperanza de ver cómo continuaban los trabajos de achique, ya que aún era imposible llegar a la inundada planta baja, donde tiene un almacén y una plaza de aparcamiento: «Tengo allí el coche de mi mujer, la moto de mi hijo, pero también botellas de licor y refrescos, todas las facturas del bar y documentos, una nevera llena de carne y pescado... En fin, muchas cosas que son irrecuperables». Ayer calculaba que podía haber perdido «más de 20.000 euros seguro, contando con que se puedan utilizar las bebidas aún».

También con el coche cubierto de barro, María Gutiérrez visitaba otro garaje que se convirtió en un río de agua durante el fin de semana: el de La Bolera, que ayer se abrió por fin a los usuarios. «Aquí había 150 coches», explica, y algunos no tenían ni tres meses», explica. Junto a ella, decenas de vecinos de la zona aprovechaban para recuperar documentos. Otros objetos eran, sin embargo, irrecuperables: «He visto a gente sacar hasta portátiles», explica uno de los afectados.

Infraviviendas dañadas

Las aguas golpearon, también, a las economías más humildes. Es el caso del barrio de La Viña, donde a los males de humedad e infravivienda, se les ha sumado ahora los destrozos de la lluvia. Una de esas casas ya de por sí con problemas, era la de Josefa Bejarano en la calle del Corralón de los Carros, que explicaba ayer más abnegada que impotente, «porque ya se me inundó otra vez una casa, y no me asusto de nada». En su casa, ya de por sí comida por la humedad, entró el agua a espuertas hasta casi cubrirles la cintura, por lo que «los muebles se mojaron y tendremos que tirarlos todos». Por si fuera poco, «nos hemos quedado sin luz en el cuarto de baño, se nos ha estropeado la lavadora y el frigorífico. Además no tenemos seguro porque la casa es cedida, y nosotros estamos en el paro», explica.

mgarcia@lavozdigital.es