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Palin bate récords de expectación Una moderada controvertida

El debate por la vicepresidencia supera todas las previsiones de audiencia incluso por encima del mítico duelo entre Geraldine Ferraro y Bush padre

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«Son las 8 de la noche. ¿Dónde está tu televisión?», se preguntaba ayer un periódico de Missouri. El estado que ocupa geográficamente el centro de EE UU, abre la puerta del Oeste y ha acertado invariablemente al presidente de EEUU desde 1904, con la sola excepción de 1956, auspició ayer su cuarto debate presidencial, pero esta vez batió récords de audiencia al contar con la segunda mujer en la historia del país que se enfrenta a un hombre por la vicepresidencia.

La primera fue Geraldine Ferraro en 1984, que tuvo en Filadelfia su único cara a cara con el entonces vicepresidente de Reagan George W. Bush, cuya actitud sermoneante proporcionó a la joven congresista su momento más memorable. Fue, al menos hasta ayer, el debate de vicepresidentes más visto en la historia de EE UU, con 56,7 millones de telespectadores. Más incluso de los que atrajesen Barack Obama y John McCain el viernes pasado en el primero de sus tres duelos televisados, dónde sólo les vieron en directo 52,4 millones de personas. Cierto que era viernes, una mala noche para los ratings televisivos, pero fueron diez millones menos de los que tuvieran George W. Bush y John Kerry en su debut de 2004, todo sea dicho, un jueves.

Jueves por la noche es lo que le tocó a Sarah Palin y Joe Biden, cuyo careo desató más expectación que ningún otro evento televisivo del año. No sólo porque vuelve a verse a una mujer joven en el escenario frente a un experimentado senador, sino porque la gobernadora de Alaska cobró carácter de celebridad tan pronto como John McCain la incorporó a su papeleta. Palin opacó a Obama en las pantallas durante las siguientes tres semanas y su discurso en la Convención Republicana de St Paul casi iguala en audiencia al que diese en Denver el primero negro que puede alcanzar la presidencia en el 45 aniversario del discurso maestro de Martin Luther King.

Pero lo que realmente dejó anoche enganchados al televisor a demócratas y republicanos fue el morbo de ver quién metía la pata. En las últimas semanas, la gobernadora de Alaska con aires de profesora sexy se ha convertido en una caricatura de los programas de televisión, donde ha dado tanto juego como clientela a la marca de gafas del diseñador japonés que hace sus gafas, con una lista de espera de dos meses. La fantástica imitación de Tina Fey en Saturday Night Live, que recibió hace dos semanas el Emmy a la mejor comedia del año, no es la única que ha explotado las frases huecas de la pareja de McCain, su falta de experiencia en política exterior y su desconocimiento sobre política nacional.

Entrenamiento

David Letterman comentaba la víspera al debate que Palin se había recluido en el rancho de McCain de Arizona para un entrenamiento intensivo, «donde si se pone de puntillas podrá ver México y apuntarlo a su experiencia en política exterior», bromeó.

Como consecuencia de esta lluvia de ironías y la poca profundidad que ha demostrado en las contadas entrevistas que ha dado, su credibilidad ha caído en picado, hasta el punto de que la columnista Kathleen Parker, de la revista conservadora National Review, llegó a pedir la semana pasada que dimitiese porque «está fuera de su liga».

Para cuando aterrizó el jueves en St Louis, rodeada nuevamente de todas sus hijas, que se pasaban al bebé de brazo en brazo, sólo el 37% de los estadounidenses creía que estaba cualificada para ser vicepresidenta, en comparación al 52% tres semanas antes, y aún más lejos del 63% que aprobaba a Biden.

Por eso, el consejo que le dio el senador Joe Lieberman, íntimo amigo y colaborador de McCain, fue: «Sé tú misma, John McCain te eligió por quién eres». Y ella sacó anoche su sonrisa de reina de la belleza, su experiencia telegénica de ex presentadora de televisión, y el estilo sencillo e irónico de la mamá del hockey que tanto llegó a los estadounidenses. El debate entre los candidatos a la vicepresidencia ha generado gran expectación antes de su emisión. Sin duda, Sarah Palin se lleva casi todo el interés mediático, pero también hay otros factores que han desatado la polémica. Sin ir más lejos, los conservadores cuestionaron la imparcialidad de la moderadora del esperado debate, Gwen Ifill. Una desconfianza que viene provocada por la noticia de que la presentadora tiene previsto publicar un libro revelador del candidato demócrata el día en que se conozca el nombre del presidente de Estados Unidos.

El paso adelante: La política y la raza en la era de Obama es el título de la obra que Ifill sacará a la luz pública, en el que habla del impacto de la campaña presidencial del senador de Illinois en el país. El bando de McCain no dudó en saltar como la pólvora al considerar que la conductora del cara a cara entre Palin y Biden tiene simpatías por el aspirante demócrata. Entre los factores para sospechar sobre su objetividad se ha sumado el hecho de que Ifill sea afroamericana.

Su larga trayectoria laboral, avalada por su experiencia en la Televisión Pública de Estados Unidos (PBS, siglas en inglés), y su trabajo como corresponsal en prestigiosos periódicos estadounidenses no ha sido suficiente para que otros medios cuestionen su profesionalidad.«Simplemente no es justo. En el sistema judicial, esto sería razón para anular el juicio», razonó una presentadora del canal conservador Fox News.

Algunos, incluso, sacaron trapos sucios como cuando Ifill no dejó más tiempo del permitido al vicepresidente Dick Cheney en el debate en 2004 con el candidato demócrata, John Edwards. También hay quien vio una presunta mirada «de desprecio» hacia Palin durante una conexión en directo el día en que accedió a candidata a la vicepresidencia.