Sarah Palin y Joe Biden se saludan antes de comenzar el debate. /REUTERS
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Sarah Palin pasa la prueba de medirse con Joe Biden

El debate comenzó con la crisis económica, momento en que ambos intentaron mostrarse cercanos a los ciudadanos estadounidenses

ST. LOUIS (MISSOURI) Actualizado: Guardar
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Llegó muy seria, tensa, vestida de negro y con la lección aprendida de memoria para pasar el examen de su vida. Lo pasó, porque al medirse con uno de los senadores más veteranos de la cámara le bastaba con aprobar, y aun así las primeras encuestas revelaban que los indecisos se habían quedado más impresionados con Joe Biden. En parte porque en la última media hora del debate Sarah Palin se creyó vencedora, se relajó, empezó a sonreír sarcástica y a improvisar aquí y allá. Si el primer y único debate entre los vicepresidentes hubiera durado media hora más lo hubiera perdido, pero ya sólo quedaban 15 para que el árbitro pitara el final.

Su reto era demostrar que es una mujer capaz del cargo y no la caricatura que ha pintado de ella Tina Fey en el programa de humor Saturday Night Live. Por eso al principio se tragó su sarcasmo, se frotó las manos nerviosa y se le veía la tensión en la cara. Biden lo tenía más difícil. No podía sonar demasiado inteligente, porque si la humillaba repetiría el los errores de George Bush padre con Geraldine Ferraro. No podía atacarla porque las feministas lo acusarían de sexista, y no se podía permitir bromas para que no fueran malentendidas. Así que se dedicó a jugar a la defensiva, a contestar las preguntas y a despejar los balones que le lanzaba continuamente su rival, que se fue creciendo poco a poco.

Palin no tenía que pensar las preguntas, se había aprendido las respuestas de memoria y las soltaba de carrerilla cada vez que veía una oportunidad para encajarlas. Y cuando no, pedía permiso. ¿Podemos hablar rápidamente de Afganistán?”, preguntó a la moderadora. Fue ella la que tomó la iniciativa nada más salir al escenario. Apenas le tendió la mano a Biden le preguntó: “Oye, ¿te puedo llamar Joe”? Sí, claro, pero él no se pudo permitir el lujo y tuvo que referirse a ella como “gobernadora Palin” durante los 90 minutos que duró el careo.

Economía, el tema estrella

Había empezado con la economía, el tema que obviamente provocaba más tensión en la nueva estrella de los republicanos, pero su regla de oro era llevarlo todo al nivel de la calle para conectar con la audiencia. “Yo creo que un buen barómetro para ver cómo está la economía es ir el sábado al partido de fútbol de tu hijo y preguntarle a cualquier padre”, recomendó. “Te aseguro que vas a oír miedo en la voz de todos. Miedo en relación a sus inversiones en la bolsa, miedo a cómo va a enviar a sus hijos a la universidad, miedo de los pequeños negociantes a cómo pedir dinero prestado para aumentar sus existencias o contratar a más gente”.

¿Y la culpa de la crisis de las hipotecas subprime? “¿Fue de los prestamistas avariciosos o de los propietarios irresponsables que no deberían haber haber comprado en primer lugar?”, le preguntó la moderadora. “¡Jolín que sí!”, exclamó la gobernadora en la primera de las muchas exclamaciones populares con las que salpicaría el debate. “Fue de los prestamistas depredadores que convencieron a los estadounidenses de que era inteligente comprarse una casa de 300.000 dólares cuando sólo podían permitirse una de 100.000. Ahí había engaño, avaricia y corrupción de Wall Street, que es lo que necesitamos parar. Tenemos que decirles que nunca más se aprovecharán de vosotros. Hagamos lo que nos decían nuestros padres antes de que tuviéramos nuestra primera tarjeta de crédito: no vivamos por encima de nuestras posibilidades”.

Para el final del debate Biden también quería ser el hombre de la calle. El que va “constantemente” al hipermercado de material de oficina Home Depot, el que recordaba a su padre en la mesa de la cocina diciéndole a su madre que tenía que irse a buscar trabajo a otra ciudad, el que hablaba de su barrio en Scranton y de Joey, el vecino que no sabe cuánto le costaría llenar el tanque de gasolina porque nunca se lo puede permitir. Biden manejaba los datos y rechazaba los balones que le lanzaba la gobernadora, pero al final lo que cuentan son las frases cortas y redondas que las televisiones repetirán en los próximos días.

Desde el cambio climático a Zapatero

Biden tuvo sus momentos más brillantes cuando puso en evidencia que Palin acababa de negar la mano del hombre en el fenómeno del calentamiento global, que ella atribuyó a “cambios cíclicos en la temperatura de la Tierra” y prefirió “no discutir las razones sino contribuir a limpiar el planeta”. Por su parte, ella se tomó la revancha cuando subrayó que ambos tienen la misma respuesta a los matrimonios gays: ninguno los acepta, lo que sólo beneficia políticamente a los republicanos.

No supo, sin embargo, defender a su jefe de la equivocación de no recibir al presidente español en la Casa Blanca si gana las elecciones, algo que Biden volvió a sacar cuando se tocó el tema de la politica exterior. “¡Un aliado de la OTAN que tiene tropas con nosotros en Afganistán! ¡Eso es increíble!”, le fustigó el senador, que se definió más tarde como “el mejor amigo de Israel en el Senado”. En línea con McCain, Palin le acusó de tener un plan para Irak que equivale a “agitar la bandera blanca de rendición, y eso no es lo que necesitan oír las tropas”, le recriminó tras recordarle que él también tiene un hijo en Irak –el de Palin partió el 11-S. Para entonces ya se había relajado, sonreía sarcástica cada vez que veía la oportunidad de encajarle un golpe y hasta se permitía criticar sus “malos chistes”. “¡Hombre, cómo se nota que yo soy una “outsider” de Washington”, se regodeó. “Tú votaste por la guerra y ahora te opones a ella”.

Palin acabó la jugada de su renacer político con algunas de las frases memorables de Reagan que los estadounidenses llevan grabadas en el corazón con la nostalgia de ser esa “ciudad que brilla en la colina”, recordó. “La libertad siempre está a una generación de extinguirse, porque no se la pasamos en los genes a nuestros hijos”. Y remató con orgullo patrio: “No somos perfectos, pero no tenemos que disculparnos de nada”.