PROVOCADOR. «Por mí, que la naturaleza haga lo que le venga en gana», dice Fontserè. / DAVID RUANO
RAMÓN FONTSERÈ ACTOR DE TEATRO DE ELS JOGLARS

«Aristófanes ya debió de escuchar que el teatro está en crisis»

El catalán vuelve a reinventarse esta noche en el Gran Teatro Falla con la sátira 'La Cena'

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A Ramón Fontserè (Torrelló, 1956) no se le ve ni se le nota. No farda de novia en las revistas, ni anuncia seguros, no juega al enfant terrible en las ruedas de prensa, ni se estira en pases fotográficos. De él podría importar que es un tipo afable, sencillamente divertido, que vive en una masía, va al trabajo a caballo y está loco por meterle mano a una tortillita de camarones. No se le reconoce, quizás porque partió en pedazos su DNI en los escenarios. Uno se lo quedó para hacer de Franco, otro de Pujol, De Josep Pla, de Dalí, de Sánchez Mazas en Soldados de Salamina, de matador viejo y cansado. Esta noche será un gurú de la gastronomía y el medio ambiente con La Cena en el Gran Teatro Falla al que llegará invisible, silencioso, casi sin notar la gente que es él, un Premio Nacional de Teatro (2000) y la baza artística de Albert Boadella en Els Joglars.

-¿Pasan el tiempo concentrados en la masía como futbolistas?

-Ahora estamos cada uno en su casa. Sólo utilizamos la masía durante la creación del espectáculo. Yo vivo en mi masía, que está al lado. No es como los futbolistas, es más sensual, más divertido, con mejor paisaje... Es un trabajo artesanal, lento, con una factura de seis meses, con unos cánones en contra del mercado cultural de hoy. De ahí salimos con un espectáculo nuevo y los bolsillos vacíos. Pero me gusta estar aquí. Voy a trabajar a caballo, en bici...

-¿Qué es La Cena?

-Una sátira en distintos ámbitos centrada en el medio ambiente y el cambio climático aprovechando una cumbre internacional. Hay una gran cena y se contrata a un cocinero de vanguardia que está por encima de todos los demás. Se pretende desenmascarar la frivolidad y la impostura en las políticas, la exaltación del buenismo, la política de aparador. Son políticas de fogueo. El tartufismo [de Tartufo, el personaje de Molière, hipocresía y falsedad según la RAE] provoca la necesidad en la gente de crearse dioses paganos y apocalípticos.

-¿Es más peligroso un tartufo o un derrotista?

-El derrotista es más esaborío, pero el tartufo está a la orden del día. La hipocresía es mala moralmente, pero no hay nada mejor para un político. Y lo hacen muy bien. Viene un comisario europeo y te dice que el dinero público no tiene que pagar la quiebra de los bancos. Así lo escuchas y piensas ¿mira que majo este tío!

-¿Qué hace usted por la ecología?

-Vivo en una masía a 100 kilómetros de Barcelona, he plantado muchos árboles. No tiramos purines ni criamos cerdos. Si nace un roble, lo señalamos para que no lo rompan, intentamos que crezca, aunque nosotros no lo veamos. Tengo una postura conservadora con la naturaleza, que las cosas sigan su curso normal. No creo en el catastrofismo porque estoy con la gente del mundo rural. Ha habido meses en que no ha llovido. Ya lloverá, piensan ellos. No pasa nada.

-¿No nos cargamos el mundo?

-Si es así, ¿que hagan algo! Si está el mundo tan mal, que hagan algo de verdad. Sólo hacen política de fogueo. ¿Quiere saber qué es una verdad incómoda? Que un tío que se llama Al Gore no firmase el protocolo de Kioto cuando era vicepresidente de EE UU y venga ahora a dar lecciones. Los foros sobre el cambio climático salen por un pastón... Nos empujan al consumismo feroz y quieren un planeta limpio, y eso es imposible. Por mí, que la naturaleza haga lo que le venga en gana.

-Franco, Pujol, Josep Pla, un torero, un cura... ¿Siendo tanta gente no se termina por no ser nadie?

-Es un juego eso de ser alguien, algo divertido. En España es el único sitio en el que a actuar no se le llama jugar: To play, jouer... No soy de los que se basan en sí mismos para actuar, me volvería loco.

-¿Preferiría ser Antoñete o Dalí?

-He estado con toreros y son gente muy especial. Me gusta su visión de la vida y saben lo que vale un peine. La obsesión que tienen por su oficio es impactante, un ejemplo. Sería interesante ser Antoñete, porque es...

-Una amiga dijo que es un emperador romano.

-Eso es: ¿Antoñete es un emperador romano!

-Son ustedes la compañía privada más antigua de Europa. ¿Cómo se aguantan?

-El teatro es un arte colectivo y así actuamos, como un equipo en el que prima la utopía de lo que nos gusta. A otros no les ha gustado, pero hemos mantenido cierta calidad, crítica y transgresión. No es fácil ser trangresor tal y como está el patio. No es lo mismo 1984 que 2008 porque la gente tiene la piel más dura. Pones el telediario y es la casa de los horrores. Con Teledeum hacíamos una ceremonia en un plató televisivo con representantes de todas las religiones y veíamos los pequeños fallos de cada ritual. Hubo una polémica brutal con apuñalamientos, bombas y querellas criminales. La sociedad de antes estaba más a la defensiva.

-¿Ahora escandaliza la política?

-Esos tienen un formulario hecho para cada situación. Es lo políticamente correcto, una especie de filantropía impúdica. Ahora se escandaliza la gente si te metes con Picasso o con el Guernica.

-Pero ya no hay censura.

-Bueno, ahora es parte del poder económico. Hay libertad, pero el dinero público es para los artistas según se porten con los de arriba.

-¿Se ve en un spot televisivo?

-Quedaría mal la cosa del anuncio, pero si hay que hacerlo, lo hago. Hablemos de dinero -ríe-.

-¿Por qué hay obras de teatro a las que no va nadie?

-Eso de que el teatro está en crisis lo debió de escuchar ya Aristófanes. Al público le sigue gustando el ritual en directo, pero es difícil que nazca una compañía ahora y se haga un sitio para decir algo. El culebrón ha sido un éxito. Alguien sale del instituto, se mete en una serie, se hace famoso, tiene pasta... Van por un camino muy rápido, pero todo caduca. «¿Este está acabado, quiero otro!».

-¿Un consejo para alguien que quiera hacer de usted?

-Soy un tipo bastante gris, no tengo muchas agarraderas. No soy Jordi Pujol. Lo más importante es fijarse en los impulsos rítmicos de las personas. Si das con eso, otros identificarán al personaje.

apaolaza@lavozdigital.es