TRANQUILO. El portuense dijo ayer que sólo quiere olvidar y vivir los años de vida que le quedan disfrutando de su familia y de su libertad. / ROMÁN RÍOS
rafaEl ricardi | víctima de un error judicial

«No me siento un hombre libre; al menos mientras tenga que seguir yendo a firmar»

El portuense encarcelado trece años por error disfruta de la libertad condicional pero insiste en que se sentirá «completamente libre» cuando le concedan la absoluta

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Rafael Ricardi respira cada segundo de libertad por las calles de El Puerto, su ciudad natal. Apenas está un segundo en casa. Por las mañanas se pasea por la plaza de abastos, por la calle Luna y Misericordia y por las tardes disfruta de la brisa marinera en el parque Calderón. Ricardi, marinero de profesión, necesita sentir el mar cerca, y después de haber estado más de trece años entre rejas, sólo piensa en saborear las pequeñas cosas de la vida. El atardecer, un café, o mirar la gente al pasar, son todo un lujo para este portuense que mira al futuro con ilusión y esperanza.

-Rafael, son más de 13 años de pesadilla. ¿Cómo se encuentra en estos momentos?

-Anímicamente estoy mal. Tengo que esforzarme por animarme y seguir adelante porque lo he pasado muy mal. Ahora tengo pesadillas y cada vez que me levanto es como si estuviera en un sueño. Aún parece que no me creo que no esté entre rejas.

-¿Los trece años en prisión han hecho mella en su estado de salud?

-Son muchos años y ahora tengo que hacerme pruebas y controles médicos. Hace poco me operé de la vesícula y tengo que ir periódicamente a reconocimientos.

-¿Se siente por fin un hombre libre?

-Desgraciadamente aún no. No soy libre absolutamente. Tengo concedida la libertad condicional y tengo que ir a firmar a Cádiz dos veces al mes. Lo único que pido es que me den la libertad absoluta y poder sentirme libre del todo.

-¿Su abogada, Antonia Alba, está trabajando ya para exigir a las administraciones competentes una indemnización?

-Se está trabajando en ello, pero hasta que no me den la libertad absoluta no se puede entrar de lleno en la materia.

-¿Conoce la cuantía de la indemnización que se le podrá conceder?

-Aún no se sabe, pero no habrá cantidad que pueda pagar todo el calvario que he pasado durante estos trece años.

-¿Cómo fue el momento en el que, oficialmente, le comunicaron que era declarado culpable?

-Fue uno de los peores momentos de mi vida. Se me bajó la tensión y sentí una gran impotencia. No podía luchar contra lo que me estaba pasando y tardé mucho en reaccionar y asimilar lo que se me venía encima.

-Siempre se habla de que se inculpó. ¿Por qué lo hizo si era inocente?

-Nunca me autoinculpé. Cuando ya llevaba dos años en la cárcel de Topas, la policía me dijo que si iba declarando lo que ellos me decían, me reducirían la condena, ya que de lo contrario estaría 30 años entre rejas. Por eso lo hice, pero jamás dije que yo era culpable.

-¿Siente rencor contra la Fiscalía, los abogados, la policía o la víctima que le señaló como culpable?

-No siento rencor, y mucho menos contra la víctima que es otra víctima como yo y no tiene la culpa. Pero aunque no sienta rencor contra la Policía o la Fiscalía, sí considero que tendrían que haber hecho las cosas de otra forma. Únicamente mostraron la foto de una persona con problemas de visión, la mía. Entonces, la víctima me señaló en la rueda de reconocimiento. Tendrían que haberle mostrado más fotos de personas con problemas de visión. Éste fue uno de los muchos fallos que se cometieron.

-¿Cómo fue su vivencia en la cárcel?

-Lo he pasado muy mal porque los presos acusados de violación están muy mal vistos en la cárcel. Tenía muchos enemigos en un principio y llegué a estar tres noches sin dormir porque mi compañero de celda me tenía amenazado.

-¿Llegó a perder la cabeza durante ese calvario?

-Llegué incluso a pensar en quitarme la vida porque lo que estaba viviendo era una auténtica pesadilla. Además, en la cárcel no puedes denunciar estos acosos porque entonces te tachan de chivato y es mucho peor.

-¿Mirando bien en sus recuerdos puede sacar algo positivo de estos trece años de prisión?

-Lo único, y digo lo único, que me llevo es el haber dejado las drogas. Llevo diez años totalmente limpio y eso es lo único positivo que puedo llevarme de los años en prisión.

-Entonces, aparte de su desintoxicación, no tiene buenos recuerdos ni de la biblioteca.

-Ni siquiera de eso porque estuve cuatro años en el colegio y no hubo manera de aprender (comenta entre risas).

-¿Cómo recibió la noticia de su posible exculpación?

-Me dio fuerzas para luchar por mi libertad e inocencia después de tanta lucha y calvario en la prisión.

-Su familia es muy conocida en El Puerto. ¿Se han sentido señalados por su condena?

-Sí. Ellos lo han pasado muy mal porque todos en El Puerto conocen a mi familia y han estado señalados. Pero ahora hay gente que se para por la calle y me confiesa que había dudado de mí. Pero no les guardo rencor por ello, porque los entiendo. También hay que ponerse en su situación.

-¿Y sus hijas, cómo han llevado toda esta desgracia?

-Macarena desde que era una niña iba a la Comisaría para preguntar dónde estaba su padre. Siempre le decían que hasta que no tuviera 18 años no podían darle información y allí se encajó con los 18 recién cumplidos y ya le comunicaron dónde me encontraba. Siempre se ha preocupado mucho por mí y ahora lo está demostrando mucho. Me ayuda en el día a día y me organiza hasta la agenda para poder atender a todas las personas que me reclaman.

-Su madre y un hermano murieron mientras estaba en la cárcel. ¿Cómo fueron esos momentos?

-Fue muy duro enterarte y no poder ni siquiera estar con tu familia para apoyarla. Me sentí desorientado. Todos lo pasaron muy mal porque la pérdida de un ser querido es muy dura, pero pasarlo desde la cárcel es aún más duro porque te sientes muy solo. Es algo que no se puede superar.

-Y mientras se soluciona el tema de la indemnización, ¿cómo subsiste?

-Vivo gracias a la ayuda de la familia que siempre me apoya mucho. Mis hijas me ayudan mucho y así tendré que seguir hasta que solucione mi situación económica.

-¿Ha notado muchos cambios en la ciudad que dejó atrás hace más de una década?

-Muchos. Casi tengo que preguntar para llegar a los sitios. Cuando salgo del Barrio Alto, ya me desoriento porque todo ha cambiado muchísimo. Las calles, los edificios, los bares y los precios (risas).

-Se ha llevado muchos años sin disfrutar de su familia. ¿Ha conseguido ya reunirlos a todos?

-Sí, ya hemos estado todos juntos. Somos diez hermanos y cada uno con sus hijos, y algunos ya con nietos. Ahora tengo que aprovechar el tiempo perdido y disfrutar de la familia.

-Y entre tanto estrés de papeleos y entrevistas, ¿ha conseguido sacar tiempo para sí mismo y divertirse?

-Sí, he tenido tiempo también. Hemos ido a Aqualand y a pescar y la verdad que he disfrutado como un niño. Para mí todo es nuevo ahora y quiero disfrutar de cada momento.

-Ahora el teléfono no para de sonar. ¿Se acostumbra a esta nueva vida?

-Bueno, poco a poco me voy acostumbrando. Hay muchas personas interesadas en que cuente mi historia pero no puedo atender a todos a la vez. Poco a poco los iré atendiendo pero hay días que me estreso (risas).

-¿Qué le pide a la vida después de haber pasado por este infierno?

-Lo único que quiero es vivir tranquilo y libre. Quiero la libertad absoluta y disfrutar de mi familia. Ahora vivo en casa de una hermana pero quiero buscarme un pisito para irme yo solo. Tengo 48 años y estoy en el ecuador de la vida y quiero disfrutar de mi familia y amigos. Solo quiero llevar una vida normal y ser un hombre libre.