ANÁLISIS

Malos tiempos para todo

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asta este pesadísimo 2008, año internacional del miedo, el debate al recibir la esperada y querida programación del Falla era discutir sobre su variedad, sobre su comercialidad o su riesgo, sobre su equilibrio entre música y teatro, sobre la presencia o ausencia de la lírica, pero ahora son malos tiempos para todo. Lo primero que se asfixia cuando las cuentas tosen es la oferta cultural, sobre todo si depende exclusivamente de las instituciones, cuando apenas existe iniciativa privada que meta el hombro en la cartelera de una ciudad pequeña. Bastante tienen con sobrevivir las pocas empresas que aún quedan en Cádiz. En este páramo, sería de ilusos pedirle a la fundamental oferta del Gran Teatro Falla los números de años anteriores. Como los periódicos en agosto, el folleto de la programación ha sufrido un adelgazamiento que alarma a cualquier vecino de Cádiz que sienta un mínimo desvelo por lo que pasa en la ciudad. El apoyo popular a la programación ha sido incuestionable y constante en los últimos años. Ojalá se mantenga fiel, por encima de apreturas económicas, para poder conservar lo que aún queda y esperar que vuelvan aquellos buenos tiempos en los que, entre unas decenas de espectáculos, nos parábamos a discutir si eran más o menos novedosos, más o menos interesantes. Ahora, el reto es sobrevivir.