ÉXITO. Los protagonistas, Moni y Cristian saludan al terminar la función ante el público que los aclamó en pie durante varios minutos. / VÍCTOR LÓPEZ
Cultura

Los 'quijotes' que llenan teatros

Una compañía de disminuídos psíquicos consigue abarrotar el Muñoz Seca con una obra de Lorca

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Decía Charles Chaplin que la vida es una obra de teatro que no permite ensayos y que, por tal motivo, hay que intentar vivir intensamente cada momento, cada instante, antes de que el telón baje para siempre. En El Puerto hay unos chicos que saben mucho de esto. Personas que, sin escudarse en problemas o dificultades sacan y disfrutan cada reto que se les ponga por delante. Son alumnos del colegio Mercedes Carbó de Afanas, un centro de disminuidos psíquicos que ayer vivían un día grande: estrenaban dentro del Festival de Comedias en el Teatro Muñoz Seca la obra de García Lorca La zapatera prodigiosa. Horas antes de que se llenaran las butacas -se habían agotado las entradas- los 45 chicos se preparaban para que todo saliera perfecto.

«Todo empezó hace 2 años», recordaba Héctor Pérez, uno de los educadores. «El colegio quiso participar en el IV Centenario de El Quijote en un concurso de la Junta y pusimos en marcha una obra». Así nació el Grupo de Teatro Los Quijotes. «Nuestra idea siempre fue participar como los demás centros, no como un colegio para disminuidos. Queríamos tener las mismas posibilidades que los demás», explicaba María Luisa García, otra de las profesoras. Y tras el empeño que pusieron educadores, alumnos y familiares, el reto se hizo logro y su último montaje no sólo supuso un éxito pedagógico sino que también recibió el primer premio del Concurso Poetas del 27.

Cristian, el «máquina»

«Una vez que salen al escenario son actores», comentaba María Luisa entre bastidores. Mientras, en escena Cristian, un joven autista de 20 años, ensayaba y recitaba en perfecto castellano su papel de protagonista. «Es impresionante. Antes no se relacionaba con sus compañeros. Ahora, el teatro le ha hecho más sociable». Una mirada cómplice a uno de sus compañeros de tablas lo confirmaba. «¿Se sabe todo los papeles!», presumían de actor principal en el backstage.

«A mí me gusta García Lorca, Cervantes, Alejandro Dumas y Julio Verne», comentaba el joven. De hecho, su pasión por la lectura no está reñida con sus problemas de sociabilidad. «Se pasa las tardes en la biblioteca municipal viendo libros y ordenadores. Una vez se llevó toda la colección en DVD de Erase una vez la vida», desvelaba orgulloso Antonio Sánchez, otro de sus maestros.

Poco a poco iban llegando para maquillarse y vestirse el resto de alumnos. «Estamos nosotros más nerviosos que ellos», confesaban sus profesores. «Ya han actuado más veces»: en Almería, en la Universidad de Sevilla para estudiantes de Pedagogía, en la de Huelva para futuros docentes, en la Plaza de Toros de El Puerto, y en Rota, donde, paradójicamente, recaudaron dinero para la asociación de disminuidos de la localidad. «Esta es una forma de devolverles a la sociedad lo que ésta ha hecho por ellos».

En el vestuario, otra de las monitoras maquillaba a Moni, la otra protagonista, «la zapatera», matizaba con ojos chispeantes la chica de 20 años disminuida psíquica. «Sí, me pongo un poco nerviosa pero cuando salgo se me quita todo», afirmaba sonriente mientras le daban colorete. «Yo quiero estudiar para actriz. Me gusta mucho y encima... ¿viene a verme mi madre!». «A ella lo que le haría ilusión es salir en el programa de Juan Imedio», sorprendía su profesora ante las risas de sus compañeras.

«Recita un poco Moni que te vean lo bien que lo haces... venga...», le retaba la profesora. Y caracterizada como una actriz de los años 50 Moni cogía el toro por los cuernos y brindaba a todos una pequeña estrofa. «Me gustan mucho los aplausos», terminaba su miniensayo.

A su lado, Nazaret y Bárbara movían con orgullo el traje que sus madres les habían hecho para el gran momento. Nazaret, de rojo, bailaba con «mucha gracia», antes de salir a escena y hacer lo propio para 600 espectadores.

Sobre las tablas, detrás del telón, Esteban y Lucas ya estaban peinados y listos para la actuación. «¿Hoy estoy de memoria fatal!», exclamaba Lucas que confesaba también estar algo nervioso. «Yo hago de señorito», presumía. «¿Qué hablas!, ¿tú eres palmero!», le interrumpía un educador. «¿Ves?, estoy de memoria fatal». «Mis padres me dicen que están muy orgullosos de mí», afirmaba el joven horas antes del gran estreno en el Muñoz Seca.

Papeles de autoestima

El momento se iba acercando mientras sus profesores seguían hablando de esta otra excelencia del teatro. «Les ha dado autoestima, ven que valen para algo. También, les ayuda a tener más retentiva, más memoria. Han mejorado en la dicción y aprenden a controlar su conducta. Estamos hablando de chicos, que en algunos casos son incapaces de estar cinco minutos sentados». Por eso, el trabajo con ellos sí ha sido más intensivo. «A los que no hablan muy alto les hemos apoyado con medio tecnológicos, y hemos asignado cada papel según la discapacidad del alumno». «La idea es que no den lástima sino que lo que causen sea admiración».

Orgullo de padre

«Estos críos lo dan todo a cambio de nada», comentaba emocionado Ángel Hita, padre de Jesús, un joven actor con discapacidad. «Nunca me hubiera imaginado todo lo que sería capaz de conseguir», admitía. «Con el teatro se controla más, está más a gusto con sus compañeros, habla más... todo lo que se haga por ellos es poco».

«Ellos también tienen capacidad para hacer cosas», remata Dolores González, madre de otra de las alumnas del Mercedes Carbó. «Y los profesores son maravillosos. Pasan horas con ellos, les quieren y disfrutan. Sabes que los dejas en buenas manos». Su hija Aurora, con incapacidad de habla, será bailarina. «Ellos también tienen la posibilidad de hacerlo, ¿por qué no?».

malmagro@lavozdigital.es