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Longo es eterna

La ciclista francesa disputó ayer sus séptimos Juegos, a punto de cumplir los 50 años

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Ayer, en la prueba femenina de ciclismo, ganó una jovencita, Nicole Cooke (Gran Bretaña), por delante de la sueca Johanson y la italiana Guderzo. La primera española, Ana Sanchís, entró en el puesto 19, a sólo 21 segundos. Eso dice la lista. Pero hay más: hay una señora. La dama. Jeannie Longo, la vigesimocuarta en la meta. La historia viva del ciclismo femenino.

A los quince años lo oyó por primera vez. Era ya 'vieja'. Jeannie Longo fue apartada de la selección francesa de esquí porque sus compañeras le aventajaban en edad: sólo 14 años. Ayer, en el circuito de la Gran Muralla, disputó sus séptimos juegos olímpicos. «¿Londres 2012? Ya veremos», se atrevió. Al fin y al cabo ha sido vieja desde adolescente. Ahora está a dos meses y medio de cumplir 50 años. Y parece tener aún más. Durante décadas ha competido con chicas que podrían ser sus hijas. Pronto le tocará compartir pelotón con sus 'nietas'. En el Mundial de Sallanches 1980, el que ganó Hinault, la joven Longo (21 años) dejó dicho: «No me veo corriendo muy mayor en bicicleta». Falló el pronóstico. «Es que cuando miro para atrás me da la sensación de que no ha pasado el tiempo». Pero sí. Un relámpago de arrugas lo atestigua.

Posee un río de recuerdos. Fotos. «Siempre me veo mal peinada. Es por el casco», comenta con un punto de coquetería. Una excepción. Longo no hace concesiones. No creció con regalos. Su madre, una institutriz y profesora de gimnasia, era estricta. La niña era más bien fea, de nariz evidente y con los dientes demasiado separados. Si sólo sacaba 9 sobre 10 en un examen de matemáticas, era reprendida: «¿Y en qué te has equivocado?». Sus primeras carreras fueron huyendo de la escoba. Tampoco el padre era un refugio. El 'viejo' Longo siempre quiso un hijo. Y vino Jeannie. En lugar de muñecas, la cría tuvo bicicletas. Como un niño. Años después le concedieron en Francia el premio al 'Hombre del año' .

Lo merece. Su palmarés desborda: ha estado en siete citas olímpicas y se perdió la de Moscú 1980 porque no había ciclismo femenino. Fue campeona olímpica en Atlanta 1996. Posee 13 títulos mundiales, el récord de la hora (48,159 km en 1996 en México), tres Tours de Francia (1987, 1988, 1989)... Ganó su primer campeonato de Francia en 1979 y ya tiene 55, incluidos los tres últimos (ruta, crono y persecución). Ninguna de su 'hijas' francesa la supera aún. Longo es como la educaron: férrea. Puntillosa. A la villa olímpica de Pekín llegó la última. Prefiere su burbuja, estar con su marido y entrenador. Al entrar en el apartamento asignado, torció el gesto. Los sillones estaban tratados por un producto químico que le molestaba. Longo es un mundo aparte.

«El ciclismo es una higiene de vida», define. La suya. Perfecta: en la alimentación, el descanso y el entretenimiento. Pudo ser pianista o gestora de empresas -lo que estudió-. O profesora de filosofía para enseñar a Nietzche -«Nietzche es la perfección», subraya-. Pero le dio por la bici, el vehículo con el que se desplazaba a la escuela. En cualquier profesión hubiera sido la misma. Sin hueco al error. Diez sobre diez. Cada mañana desayuna en el mismo 'bol'. Lo compró hace ya muchos años, tras caer derrotada ante la holandesa Leontien Van Moorsel. Apenas durmió aquella noche. Ser segunda es la imperfección. Y no se despertó mejor. Bajó a desayunar y agachó la cabeza sobre el bol. Lo compró. Para recordar esa mala leche durante el resto de su vida.

Dueña del Tour

Tras el oro olímpico de Atlanta 1996 estuvo a punto de retirarse. Era la edad (38 años). El broche: en Los Ángeles 1984 una caída en el sprint le había apartado de las medallas. «Ese día creí que se me había ido la oportunidad de mi vida. Lo normal es que un atleta corra sólo unos Juegos». Ella siguió. Hasta Atlanta. Hasta el oro. Y también después. No sabe bajarse de la bici.

Durante muchos años -sobre todo entre 1984 y 1988, su época dorada en el Tour- era la dueña. «Me ponía delante y nadie era capaz de remontarme». Diez sobre diez. La cifra redonda. Aunque cruel: para ser la mejor en la montaña del Tour bajó de 56 a 50 kilos. Para ser perfecta se quedó en 46. En la anorexia. Nunca era suficiente. Así la educaron.

«Yo era como Armstrong. Tenía que ganar. No me podía permitir ser agradable. Llevaba el maillot de líder desde el prólogo hasta el final». Líder y sola. Egocéntrica. Aislada. Feliz o infeliz a su manera. A la 'vieja' Longo no le atrae envejecer. Se dice «antisistema». «Mira la polución que hay. El 'Gran Hermano' que todo lo controla. La familia, que se rompe. Cada vez somos más inhumanos. No tengo ganas de conocer el futuro. No habrá lugar para la fantasía. Será terrible», dice. Es el discurso de alguien que no quiere envejecer. El de Longo, 'vieja' desde siempre.