Aficionado a las motos y maestro de los descensos,

El asturiano del equipo más vasco

Samuel Sánchez es el primer corredor del Euskaltel nacido fuera de Euskadi

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Los motores y la grasa del taller de su padre son la infancia de Samuel Sánchez. A los tres años ya andaba a vueltas con una minimoto. Sin miedo. Sin caerse. Aplica bien la ley de la gravedad. Luego, sus padres se distanciaron. Y el crío creció con la madre. Amparo algo presentía. Por eso le educó rápido. Una mujer sola. «¿Y si mañana me muero? ¿Quién te va a hacer las cosas?», le repetía al hijo. Samuel aprendió a hacerse la comida, la cama, hasta la plancha. «Ella tenía esa cosa dentro: el cuando yo no esté...», recuerda el campeón olímpico. Del taller y la minimoto guarda la habilidad innata para trazar los descensos -pocos le igualan en el pelotón-. De las prisas de su madre, le viene el resto.

«Mi madre trabajaba y trabajaba para sacarnos adelante». Se veían por la noche. Bastaba. «Era mi madre y mi amiga». De ella heredó el ejemplo; de su padre, la afición por la bici -participaba en triatlones- y los coches. Así se apuntó con 10 años en el Club Ciclista Colloto, dirigido por José Manuel Fuentes, el 'Tarangu'. «Le recuerdo en su tienda, siempre risueño, enamorado de la bicicleta, y con un cigarro en la boca. Me decía que tuviera paciencia». Samuel empezó deprisa: ganó la primera carrera que disputó, en Luanco. Luego fue subcampeón de España de cadetes y venció en dieciséis pruebas juveniles. Subía y, además, tenía pegada. Se le notaba el talento.

A los 18 años tuvo que elegir. Cursaba BUP en Oviedo, pero su mente sólo pedaleaba. «Tenía claro que para ser profesional había que ir al País Vasco». La puerta se le abrió en el Hotel Cadagua, en Villasana de Mena (Burgos), donde descansaba junto a los otros componentes de la selección española juvenil -Iván Gutiérrez, Luis Murcia, Xabier Florencio, Héctor Pelegrín y Miguel Martínez- que participaba en la Vuelta a Vizcaya. Mikel Madariaga, hijo de Miguel Madariaga, presidente de la Fundación Euskadi, era masajista de aquella selección. Le habló a su padre de un asturiano listo y veloz. «Recuerdo que vino Miguel Madariaga al hotel y me dijo que no me preocupara, que tenía hueco en su equipo de aficionados. Si he llegado a ser profesional, es por él y por Mikel».

Fichó por el Olarra-Ercoreca de aficionados en 1996. El traslado suponía una doble soledad: la suya y la de su madre. «Ella me dijo que adelante, que era mi vida. Fue difícil. El primer viaje en coche hasta Bilbao se me hizo duro». El Olarra tenía un piso para las joyas de su cantera. Estaba en Galdakao. Era el mismo por el que antes había pasado Heras. Algo frío, sin el calor familiar.

Samuel halló su segundo hogar en Güeñes, en el caserío que posee la familia de Tomás Amezaga, mecánico del Euskaltel, junto a su casa. «Nunca podré agradecer a los Amezaga lo que han hecho por mí». Cruzó de la adolescencia a la juventud entre bicicletas y jugando con los volantes del Karting de Güeñes. En tres años vestido del Olarra ganó diecinueve carreras y acabó tercero en el Campeonato de España amateur. Madariaga le hizo hueco en el Euskaltel-Euskadi, un conjunto, que como el Athletic, sólo ficha vascos. Hubo críticas. «Yo estuve tranquilo. En los estatutos del equipo figura que si te has formado durante tres años en el País Vasco, puedes correr en el Euskaltel», dice el ovetense.

Diecinueve victorias

Había llegado. Y casi se cae. Una tendinitis rotuliana en la rodilla derecha le paró casi en seco. Fue entonces, en agosto de 2000, mientras trataba de olvidar su lesión, cuando el cáncer pudo con su madre. «Mi madre me vio cuando sufría para ser ciclista profesional. Y ahora que todo empezaba a ir bien...», lamentó entonces. Durante años buscó sin éxito su primera victoria. Para dedicársela. Le costó. No remataba. Siempre segundo o tercero. «Llegué a pensar que tenía encima una maldición». Hasta se planteó acudir a una bruja.

En las fotos de las carreras, Samuel aparecía siempre justo al lado del tipo que levantaba los brazos. Luego al fin llegaron los triunfos. Buenos: cinco etapas en la Vuelta a España, en la Vuelta al País Vasco, en el Gran Premio de Zúrich... Acabó tercero la Vuelta y ha terminado séptimo este Tour. En 2007 fue cuarto en el Mundial de Stuttgart tras sacrificarse por Valverde. Quizá, por generoso, perdió el título. Pero fue fiel a su líder. «No le hagas a los demás lo que no quieras para ti», le repetía Amparo. Esta vez, Valverde, Sastre, Freire y Contador trabajaron para él. Ya tiene lo que ni Induráin tuvo: el título olímpico de ruta.