COMPARECENCIA. Radovan Karadzic llega a la sala del Tribunal de La Haya acompañado de varios guardianes para escuchar los cargos que pesan sobre él. / REUTERS
ACTA DE ACUSACIONES

Karadzic teme la larga mano de EE UU

El ex presidente serbobosnio asegura ante el Tribunal de La Haya que Washington aún quiere su muerte tras al pacto que firmaron en 1996 Afirma que se le ofreció inmunidad a cambio de abandonar la política

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Traje azul marino y corbata. Más delgado, visiblemente envejecido, sin gafas -únicamente las utilizó para leer- y con abundante cabello canoso. Así se presentó a las cuatro de la tarde de ayer Radovan Karadzic ante el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY). Sin abogado, ya que pretende defenderse a sí mismo. Impasible, el ex presidente serbobosnio escuchó cómo el juez Alphons Orie le leía los once cargos que pesan sobre él: genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad por su participación en las masacres durante la guerra de Bosnia (1992-1995).

«Tengo un consejero legal, pero he decidido representarme a mí mismo», dijo Karadzic ante la pregunta del magistrado sobre si su decisión de comparecer «solo» era una «elección libre». Y casi de inmediato solicitó más tiempo al tribunal para estudiar los cargos que se le imputan. Por eso, a partir de ahora tiene treinta días para decidir si se declara culpable o inocente. En caso de no hacerlo una vez vencido el plazo, se presentará una declaración de inocencia para dar inicio al juicio propiamente dicho. El TPIY ha convocado una nueva sesión para el 29 de agosto.

El acta de acusación contra Karadzic indica que las fuerzas serbobosnias, de las que era su comandante, iniciaron en abril de 1992 una «campaña de limpieza étnica» que costó la vida a unos 8.000 varones musulmanes bosnios en Srebrenica. A Karadzic, que ha estado prófugo de la justicia durante trece años, también se le imputa haber ordenado la campaña de terror y los asesinatos, muchos llevados a cabo con bombardeos indiscriminados y francotiradores, contra la población civil de Sarajevo, durante cuatro años. Se le inculpa asimismo de crímenes de guerra por utilizar a 284 soldados de la ONU como escudos humanos cuando el Ejército serbobosnio temía un ataque de la OTAN.

Al serle otorgado el turno de palabra, Karadzic intentó leer cuatro folios que había escrito, pero el presidente del tribunal sólo le otorgó dos minutos de tiempo. Molesto y sudoroso, 'el carnicero de Sarajevo' indicó que no era tiempo suficiente, pero aun así comenzó su corta intervención denunciando que hubo irregularidades en su captura. «En Belgrado se me detuvo de modo irregular, se me secuestró por parte de civiles que no conozco, se me retiró a un lugar que no conocía, no se me leyeron mis derechos ni me dejaron utilizar el teléfono», apuntó mientras leía.

Tras ser reconvenido por el tribunal de que esas protestas debía elevarlas a la secretaría de la corte, el antiguo psiquiatra advirtió de que no tenía que haber sido extraditado a La Haya porque en 1996 hizo un pacto con el estadounidense Richard Holbrooke, durante la guerra de los Balcanes enviado del presidente Bill Clinton a la región. El luego embajador ante la ONU le ofreció, en nombre de EE UU, que se retirara de la vida pública para no poner en peligro el acuerdo de paz de Dayton, que acabó con la guerra de Bosnia, a cambio de inmunidad. «Con esto quiero demostrar por qué estoy en este tribunal ahora y no en 1996... Tenía peligro de perder la vida», declaró.

Inmediatamente el juez Orie le interrumpió para insistirle en que esas alegaciones no correspondían a la sesión inaugural y que debía presentarlas por escrito para analizarlas durante el proceso. Pero Karadzic no cedió. «Es una cuestión de vida o muerte (...) si el señor Holbrooke todavía quiere mi muerte, y no hay aquí pena de muerte, su brazo es lo suficientemente largo para encontrarme aquí. Es importante la rapidez ante las amenazas que sufro», reiteró.

Medidas de protección

Pero el antiguo presidente serbobosnio volvió a dejar claro que teme por su vida, a lo que el magistrado contestó que esa preocupación está contemplada y que se tomarán todas las medidas para su protección. No hay que olvidar que su mentor político, Slobodan Milosevic, falleció en una celda de la misma prisión de Scheveningen mientras era juzgado. Aunque se certificó que había muerto de un ataque al corazón, algunas voces hablaron de suicidio e incluso de envenenamiento. El discípulo del ex presidente yugoslavo no quiere correr su misma suerte aunque sea para conocer la larga condena que le espera.

Por último, Karadzic recordó su «opinión» sobre el tribunal que le juzga, al que nunca ha concedido legitimidad, pero aseguró que no tiene «quejas» en cuanto al trato de los funcionarios de La Haya y tampoco sobre el lugar donde permanece detenido, ya que ha estado «en lugares peores», afirmó. Inquirido sobre si tenía algún problema de salud y quería tratarlo en privado, el acusado contestó que se encontraba «perfectamente».