Ingrid Betancourt habla a la cámara, junto a Clara Rojas, durante su cautiverio. / AFP
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Una amistad engullida por la selva

Ingrid Betancourt y Clara Rojas, secuestradas juntas por las FARC en 2002, desatan una guerra de reproches mutuos al revivir en libertad lo padecido.

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Ingrid Betancourt y Clara Rojas eran amigas desde hacía mucho tiempo y trabajaban juntas para ganar la presidencia de Colombia, pero el destino les jugó una mala pasada: fueron secuestradas por un comando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) el 23 de febrero del 2002. Tras ese fatídico día perdieron su libertad y, ya en la selva, también se hizo añicos su amistad.

El libro 'Siete años secuestrado por las FARC', del ex senador Luis Eladio Pérez, liberado el pasado mes de febrero, ha contribuido a echar más leña al fuego. El político y escritor dice que Rojas no fue solidaria con Betancourt cuando un mes después de su secuestro ésta conoció la muerte de su padre, el también político Gabriel Betancourt Mejía, mientras que Ingrid no aprobaba algunas de las actitudes de Clara durante el largo cautiverio.

Ambas mujeres tuvieron diferencias a causa de un fallido intento de fuga -«más ruido que nueces», según Rojas-, pero la ruptura se hizo definitiva cuando Clara se echó en los brazos de un guerrillero, del que quedó embarazada. «Ingrid no quería ver ni oír a Clara», describe Pérez, sin entrar en mayores detalles.

Hasta el libro del ex senador ninguno de los secuestrados liberados ni en sus testimonios de pruebas de vida habían tocado esos temas escabrosos. Todos habían coincidido en describir las malas condiciones de vida en la selva, atados con cadenas a árboles o a otros compañeros, sin apenas ropa para cambiarse y con unas condiciones de higiene pésimas. Pero ninguno había hablado mal de otros cautivos.

Guardar silencio

Cuando Clara Rojas fue liberada, el 10 de enero pasado, tampoco rompió con esa costumbre. No dijo nada de su alejamiento de Ingrid. Tampoco de rehenes que eran enfermos mentales, de guerrilleros que se masturbaban cuando la ex candidata presidencial hacía sus necesidades y mucho menos de que trataron de violarla, como Betancourt ha relatado. Igualmente mantuvo y mantiene silencio sobre el hombre -supuestamente asesinado por la guerrilla- con quien concibió a quien hoy es su fuerza para vivir, su hijo Emmanuel.

Al contrario, Rojas visitó a Yolanda Pulecio, la madre de Ingrid, abogó por su regreso a la vida y alertó sobre las duras condiciones de vida y de salud en las que se encontraba.

Clara Rojas fue muy prudente. Recientemente reconocía que no quiso dar detalles de la convivencia entre los rehenes. En varias entrevistas con radios colombianas afirmó que poco después de que Pérez recuperara su libertad, notó que Pulecio la trataba con frialdad. Pensó que él había hablado mal de ella, pero siguió callando. Sin embargo, ha sacado las uñas cuando hace un par de semanas, su ex jefa respondió de manera ambigua a una pregunta de Larry King, de la CNN, sobre si era cierto que ella había impedido que en la selva, Clara ahogara en un río a su hijo. Dejar caer esa velada acusación es, según amigos y conocidos de ambas, de juzgado de guardia. Rojas está esperando volver a ver a su antigua amiga cara a cara para pedirle explicaciones: «Absurdo, totalmente absurdo. Ella dijo que era como la salvadora de mi hijo. Número uno, eso no es verdad y, número dos, me parece como teatral la cosa», argumenta Clara.

El ataque entonces también alcanza a Pérez. «Lo que dice Ingrid es una locura. No sé qué le pasa o qué tiene contra mí. Por un lado me duele y por otro me sorprende. También está el tema de mi hijo, que deberían manejar con respeto. Ellos (Ingrid y Pérez) se han zafado (ensañado) conmigo y estoy muy aburrida de esa actitud», reitera enfadada.

Clara asegura que desde que fue liberada va de clínica en clínica, pues tanto ella como su madre y su hijo han tenido que someterse a algunas intervenciones. Lo que tiene claro es que Ingrid volverá a la política, aunque deja claro que ella «no votaría» por su antigua amiga. «La he oído en una entrevista que no tenía ni idea de qué va a ser su futuro, pero yo no me creo ese cuento: creo que volverá a la política pronto», sentencia.

Rojas asevera que «gracias» a su preocupación para que no le pasara nada a la ex candidata presidencial, «fue por lo que me secuestraron». «Yo estaba en el momento y en el lugar equivocado y por eso caí en manos de las FARC. Estuve secuestrada precisamente por acompañar a Ingrid», añade.