GESTA. El corredor español del CSC, Carlos Sastre, consiguió aguantar, contra pronóstico, el líderato en la contrarreloj. / EFE
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El sueño de un niño llamado Carlos Sastre se cumplirá en París

Cadel Evans sólo pudo sacarle 29 segundos en los 53 kilómetros de una contrarreloj controlada por el líder Entró en meta señalando al cielo para recordar a 'El Chava'

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La vida ha podido con la historia. Carlos Sastre entraba en la meta de Saint-Amand santiguándose y lanzando su dedo índice al cielo, en recuerdo a su cuñado, José María Jiménez, fallecido hace unos años cuando estaba realizando una cura de desintoxicación.

Acababa de ganar el Tour de Francia, el tercero consecutivo para el ciclismo español después de los conseguidos por Óscar Pereiro y Alberto Contador, algo que no sucedía en esta prueba desde hace 51 años, cuando lo lograron los franceses Bobet, Anquetil y Walkowiak.

Tres triunfos con tres corredores distintos. Sastre rompía todos los pronósticos que situaban a Cadel Evans como el gran favorito en la contrarreloj de 53 kilómetros, que parecía favorecer más al australiano. En una contrarreloj hay algo que no engaña nunca y son los tiempos. La primera referencia suele ser importante y en el kilómetro dieciocho, Evans sólo le sacaba ocho segundos a Sastre. Ese crono marcaría toda la etapa.

Sastre ha llegado al momento decisivo de este Tour mucho más fuerte que sus rivales, con más reservas físicas. Ha sabido dominar mejor que Evans la ansiedad, los nervios, la incertidumbre. Si algo llamaba la atención en la salida era la tranquilidad con la que Sastre se movía; cumplía con la rutina que conlleva toda contrarreloj relajado. Es como si se hubiese visto muchas veces en esta situación, al menos mentalmente.

En el segundo control de tiempos, situado en el kilómetro 36, sólo había logrado quitarle 23 segundos. El mejor tiempo seguía siendo el de su compañero Fabián Cancellara, su referencia. Cuanto más cerca estuviese de él, mejor.

Sin cambios

En una contrarreloj no cambias la tendencia del tiempo en la parte final, salvo desfallecimiento. Cuando se llevaban 47 kilómetro, sólo eran 26 segundos los que perdía Sastre. Tenía ganado el Tour. Al australiano se le veía agarrotado, a diferencia de un Sastre bien acoplado a su bicicleta.

Apoyado en un equipo brutal, de dominio en la carretera, que sólo apareció en la montaña, donde se ganaba o se perdía el Tour, Sastre ha roto muchos de los moldes ciclistas. No ha sido nunca espectacular, no ha sido el mejor en montaña, no ha brillado en las cronos. Ha sabido esperar su momento.

La contrarreloj en la que Sastre ganaba el Tour fue para Stefan Schumacher, que ya había mostrado sus credenciales en Cholet, en 29 kilómetros. Evans ha dejado pasar una de esas ocasiones que no será fácil que vuelva a tener. Dos corredores españoles le han condenado al ostracismo. En la meta, Evans sólo le quitaba a Sastre 29 segundos. Su vida deportiva ha estado centrada en el Tour, que le ha pagado con un maillot amarillo. España ya puede presumir de tener siete campeones de la carrera con más prestigio del ciclismo.