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Bélgica asume que la única salida a su crisis política es la reforma del Estado

Bélgica no se ha repuesto todavía del shock provocado por la dimisión de su primer ministro, Yves Leterme, ni las fuerzas políticas del país estaban ayer en condiciones de ofrecer una solución a la ciudadanía para esta crisis.

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La jornada, sin embargo, deparó novedades, aunque sólo fueran de carácter dialéctico: los flamencos parecen estar dándose cuenta, por fin, de que los francófonos tienen una posición común firme en lo que al reparto de competencias y la distribución territorial respecta, y los francófonos comienzan a hablar abiertamente de una reforma a fondo de la estructura del Estado.

De entre los segundos, la voz cantante la llevan los liberales, que fueron la fuerza política más votada de Bruselas y Valonia el 10 de junio de 2007. Su líder, Didier Reynders, actual viceprimer ministro (en funciones) y ministro de Finanzas, se postula como candidato a la presidencia federal en sustitución de Leterme. Quizás por ello, de las filas liberales francófonas emanaban ayer mensajes que ponían más el énfasis en la autoridad de las regiones en el ejercicio de las responsabilidades últimas de gobierno, dentro de un esquema de profundización de la autonomía regional.

De los medios para hacer frente a esas competencias acrecentadas se hablaba poco, con lo que se traslucía la impresión de que la negociación real para la reforma del Reino no ha sido aún acometida, y que flamencos y valones campan cada uno por sus respetos, sin abrir el melón de la negociación.

El escenario de una escisión radical y unilateral de Flandes parece descartado ahora mismo: los flamencos necesitan de Bélgica para mantenerse en la esfera internacional sin verse obligados a acometer peligrosos procesos de independencia y adscripción a los diferentes foros internacionales de los que forman parte a través de la marca Bélgica.

La idea de Estado confederal no cuadra con este escenario, en la medida en que la futura relación entre flamencos y valones no se articularía desde realidades políticas jurídicamente independientes, sino en torno a una realidad política federal ya existente.

Lo que está por discutir en estos momentos es el poder y los símbolos que le quedaría a la entidad suprarregional.

Tal parece, por el discurrir de los últimos acontecimientos, que la dimisión de Leterme no sólo estaba cantada, sino que formaba parte del guión: un guión que exige a las partes en litigio la plena concienciación sobre los designios del otro para comenzar a trabajar. Y, hasta ahora, ni flamencos ni valones se han tomado en serio mutuamente.

El Rey proseguía ayer sus consultas. La prioridad dada a los políticos regionales, flamencos y valones, parece dar a entender que la Corona privilegia una negociación bilateral entre las dos comunidades tradicionales del país.