Sociedad

No todos los gremios tienen las mismas normas a la hora de elegir indumentaria

Además de los políticos y los altos ejecutivos, hay profesiones que también requieren cierta formalidad en el atuendo

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Todo es relativo. Un albañil se puede permitir ciertos lujos im-posibles para un alto ejecutivo. Por mucho más que le suba la nómina a final de mes, el que se sube al andamio suda bien la camiseta y, a menudo, hasta suda sin ella. El ejecutivo también suda, pero la corbata. ¿(De)formación profesional? Más bien obligación. No es lo mismo servir copas por la noche que ocuparse de los ahorros de los clientes en el banco. Cada espacio requiere sus reglas. Y, en este caso, eso de 'dime con quién andas y te diré quién eres' bien se podría convertir en 'dime dónde trabajas y te diré cómo vistes'.

Como destaca la asesora de imagen Patricia Rodríguez, no sólo los altos cargos de empresas o los políticos requieren cierta formalidad, también ocupaciones tan comunes como las de comercial o dependiente tienen sus normas. Tampoco a ellos se les disculpa la camisa de mangas cortas o los vaqueros. Más aceptable son el polo y los chinos. Aunque lo mejor siempre es la camisa de manga larga y los clásicos pantalones de pinzas. Eso si el comercio o la empresa en la que trabaja no dice otra cosa.

Atender al público

Siempre que no se tenga un trato directo con el público y que la empresa no imponga uniforme, la libertad impera. Hasta tal punto que hay profesiones -véase, por ejemplo, algunos escaparatistas, arqueólogos o investigadores- que se pueden permitir un look más hippie. No hablemos del gremio artístico, donde todo tiene cabida. Cada vez es más habitual ver a diseñadores, actores, directores de cine... en un estreno con traje y zapatillas.

Para prueba, la fiesta del vigésimo aniversario de la revista Vogue. El esmoquín fue la prenda estrella. Sí, pero sin corbata, pajarita o derivado. De esta guisa se pudo ver a Luis Medina, Cayetano Rivera o Jordi Mollá.

En opinión del sociólogo y periodista especialista en moda Pedro Mansilla, «estamos ganando en comodidad y agilidad en detrimento de la dignidad, la elegancia y el glamour».

Entiende así el experto las licencias como un arma de doble fila. «Se nos vende que las formalidades burguesas resultan coercitivas, pero en realidad son un sinónimo de buen gusto», estima Mansilla. Tan convencido está que incluso esa huida de lo convencional en favor de la libertad hace caer a menudo «en la horterada».