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Cristina Kirchner dilapida su crédito

El conflicto entre el Gobierno de Argentina y los productores agropecuarios, que se ha extendido por más de cien días, ha sido como un esmeril para la popularidad de la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, que lleva poco más de seis meses al frente del Ejecutivo y sufre un desgaste propio de una Administración veterana. Los encuestadores se dividen acerca de la gravedad del fenómeno. Algunos creen que, superada la crisis, se recuperará. Otros advierten de que ya nada será igual.

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Lo cierto es que la prosperidad económica, heredada de la gestión de su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, no ha servido para amortiguar la caída. Fernández deberá remontar una cuesta empinada con asuntos que se han acumulado durante la disputa con el campo. Si bien la contienda está ahora encauzada, el consumo descendió, la industria ha quedado afectada, los precios se dispararon y el malestar social persiste.

Según una encuesta realizada por la consultora Poliarquía, el derrumbe en la imagen positiva de la presidenta no tiene precedentes para un período de bonanza. Fernández asumió el cargo en diciembre con el 51% de apoyos, que se elevó al 56% en enero. En junio el indicador ha descendido hasta el 20%. El resto se reparte entre una imagen regular (33%) y una negativa (46%).

Para encontrar antecedentes de un patinazo tan acelerado hay que buscar en gobiernos acechados por crisis económicas. Pero en este caso, lo que ha fallado ha sido la política. La presidenta y su esposo tienen un estilo de conducción duro, en el que las decisiones se adoptan en un círculo pequeño. Y es que Kirchner conserva gran influencia. El matrimonio considera el Gobierno como un bien ganancial. Ambos creen que un presidente se hace fuerte en la pelea, aunque haya que sacrificar los buenos modales. Para demostrar su poder, durante el conflicto convocaron a masivas manifestaciones a las que muchos participantes fueron trasladados en autobús.

El poder legislativo y el judicial han asistido a la crisis desde la tribuna. El Parlamento cobró protagonismo sólo esta última semana cuando la presidenta, acorralada, le permitió intervenir. Ahora, diputados oficialistas admiten, en privado, que podrían «introducir cambios al proyecto presidencial» que contemplen al menos parte de los intereses del campo.

En línea con esta estrategia más participativa, que le permita recuperar imagen, Cristina ha enviado una carta a cada uno de los presidentes de los gremios agropecuarios enfrentados con el Gobierno, citándoles a una reunión hoy en su despacho.

La crisis comenzó en marzo cuando Fernández incrementó del 35% al 44% el impuesto a las exportaciones de soja, principal producto de salida del país que trajo al campo una prosperidad sin precedentes. También elevó el derecho de exportación al girasol del 32% al 39%. Indignados, los productores iniciaron una protesta que ganó apoyo entre la clase media urbana y los transportistas.

Incluso con explotaciones de doscientas hectáreas, los agricultores lograron una buena posición gracias al incremento del precio internacional de la soja. Muchos inclusive arriendan tierras para aumentar la escala de su producción y los que alquilan viven de rentas. La actividad dio nuevos bríos a numerosos pueblos y ciudades del interior del país, que se sintieron amenazados por la voracidad fiscal del gobierno.

La presidenta argumentó que el alza del impuesto apuntaba «a mejorar la distribución del ingreso» y prometió con eso «construir hospitales, viviendas y carreteras». Pero el desgaste ya había comenzado. Amplios sectores de la clase media en las ciudades, algunos ya molestos por el estilo de conducción y la subida de precios, rechazaron a la presidenta por su incapacidad de dialogo y su estilo intransigente.

¿A Kirchner le hubiera ocurrido? Hay quienes sostienen que no. En este sentido, el hecho de ser mujer contribuiría a debilitar la autoridad de Cristina. No sólo la rechazan por ser «soberbia» o «autoritaria». La critican por vestir bien, peinarse o maquillarse. Por viajar, aunque se trate de visitas oficiales y hasta por irse un fin de semana a recluirse en su casa de descanso, en la lejana provincia de Santa Cruz.