PENSATIVO. Obama hace tiempo antes de intervenir en un acto de campaña. / AP
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Obama apunta al cielo en Oregón

El senador cuenta con los liberales del estado blanco del Pacífico para certificar la nominación demócrata

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¿Cómo puede esperar 'un tipo canijo con un nombre raro', por parafrasear al propio Barack Obama, coronarse candidato del Partido Demócrata con un estado abrumadoramente blanco, a casi 3.000 kilómetros de su hogar en Chicago?, se preguntaba un semanario de Portland (Oregón).

Para averiguarlo nos dimos una vuelta por el único estado de la Unión donde la eutanasia es legal, y uno de los pocos que acepta el uso médico de la marihuana. Leyes que a menudo entran en conflicto con las federales que implementa el Gobierno Bush. ¿Detendría Obama las redadas del FBI contra los que consumen marihuana por razones médicas?, le preguntó el semanario alternativo 'Willamette Week'. Y sí, el senador afroamericano ataría en corto al FBI, porque «los agentes federales tienen mejores cosas que hacer, como detener criminales o evitar ataques terroristas», contestó.

Sus asesores dicen estar «bastante seguros» de que el martes se alzará ganador en este estado, logrando así la mayoría de los delegados electos a seleccionar en esta campaña. La oportunidad perfecta para cantar victoria y aparcar la lucha con Hillary Clinton, pese a que las primarias no terminarán hasta el día 3 de junio. Las encuestas le adjudican entre 6 y 15 puntos de ventaja sobre la ex primer dama, lo opuesto a lo que se anticipa en Kentucky, que vota a la vez. Sólo que Oregón reparte un delegado más que el estado minero de la América profunda.

Es difícil anticipar el liderazgo de Obama a simple vista. Dos días en Portland, la mayor urbe del estado, sin ver ni uno solo de sus carteles, a diferencia de otros estados donde sus seguidores empapelan ventanas y paredes. Mark Lakeman, fundador del proyecto Reparar la Ciudad, tiene una explicación: «A la gente de aquí no le gusta generar basura», asegura.

He aquí otra seña de identidad de Portland. Según la revista medioambiental 'Grist', ésta es la segunda ciudad más ecológica del mundo, después de la islandesa Reikjavik. Todo un logro si se tiene en cuenta que hace 35 años batía récords como una de las más contaminadas. A grandes males, grandes remedios. En la era del automóvil y el crecimiento desorbitado de las ciudades, el Ayuntamiento decidió enterrar una autopista de seis carriles que bordeaba el río bajo un frondoso parque. Limitó por decreto la expansión de la urbe para preservar las tierras de labranza y edificó manzanas de casas más pequeñas de lo habitual en EE UU para humanizar la ciudad.

Al final, es la gente la que hace las ciudades y los ayuntamientos que las gobiernan. En las calles, las iniciativas populares que transgredían la legalidad han acabado transformando la letra de la ley. Frustrados por el aislamiento de ese diseño urbano cuadriculado que Lakeman remonta a los romanos, los vecinos de Portland decidieron forzar la aparición de las plazas europeas que fomentan los espacios de reunión. Cerraron las calles, pintaron el asfalto, colocaron maceteros de colores en las esquinas, estanterías para intercambiar libros, tablones de anuncios en las marquesinas de autobuses, cine en la calle. Según la prestigiosa publicación 'American Journal of Public Health', en las zonas donde aparecieron estas plazas el crimen bajó un 10% y aumentó la salud física y mental de sus habitantes.

Fabricantes de cerveza

Dentro de EE UU Portland es hoy campeona en número de ciclistas urbanos, millas per cápita de carril-bici, comercio local, transporte público, coches híbridos, parques para perros, movimientos vecinales, edificios ecológicos, árboles en suelo urbano y hasta miniproductores de cerveza -62 para ser exactos, sin contar la ingente cantidad de vecinos que la fabrican en casa-. La creatividad ecológica incluye una vitrina solar de la Virgen de Guadalupe.

Lakeman cree que la confluencia geográfica entre los ríos Columbia y Willamette, con el océano Pacífico a sus espaldas y el monte Hood de fondo, vigilados ancestralmente por los asentamientos indígenas en torno a volcanes y cataratas, ha hecho a la gente especialmente consciente de la fuerza de la naturaleza y la espiritualidad que genera. En las calles no se oye un claxon. Los conductores aguardan pacientemente a que otros espabilen y los ciudadanos se apresuran a ayudar a los forasteros, incluso a costa de su bolsillo si hace falta.