Sociedad

El Bulli, elegido por 700 críticos el mejor restaurante del mundo de 2007

Adriá ha obtenido el galardón de la revista 'Restaurant' cuatro veces en siete años El prestigioso restaurador vuelve a sonar para el Premio Príncipe de Asturias

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El chef Ferrán Adrià, cuyo restaurante El Bulli ha sido elegido el mejor del mundo por tercer año consecutivo por la revista Restaurant, aseguró ayer que ya no puede aspirar a tener más reconocimientos, aunque admite que su nombre vuelve a sonar fuerte para los premios Príncipe de Asturias.

Considera que estar en el número uno de la lista de los 50 mejores restaurantes del mundo -puesto que ha ocupado cuatro veces desde que la editorial de esta revista gastronómica inglesa la creara hace siete años y para la que colaboran actualmente 700 críticos de todo el mundo votando a sus restaurantes favoritos- es como «recibir cuatro óscar en siete años».

Por eso afirma que para el próximo año «es hora de que otro restaurante ocupe el número uno», quizás el que siempre va a la zaga, el del inglés Heston Blumenthal, del que dice «es un gran amigo», aunque su cocina nada tiene que ver con la de El Bulli.

El recién investido doctor honoris causa por la Universidad de Barcelona revela, en una entrevista concedida a Efe en su restaurante en la Cala Montjoi en Roses (Girona), que tras este periodo de premios y reconocimientos «llega el momento de reinventarnos».

Para ello, el restaurante, que sólo abre de abril a octubre por las noches, cerrará también en los meses de verano, los lunes y los martes. Esto se traduce en más tiempo para la investigación, lo que permitirá a El Bulli continuar estando en la cresta de la ola y con lo que evitarán «copiarnos a nosotros mismos».

No obstante, para Ferrán Adrià , lo importante es que caigan los mitos sobre El Bulli, como el de que su cocina es de ciencia y máquinas.

En sus fogones, 50 cocineros trabajan guardando las marcadas pautas que requiere este restaurante, que atiende por noche al mismo número de comensales, otros 50. Hasta un momento antes del servicio, que comienza a las 19.30 horas, limpian delicadamente los almendrucos que servirán para sorprender al comensal hechos en un fresco cóctel.

«Todo aquí es artesano», indica Ferrán, justo enfrente de varias cacerolas que encierran el trabajo de mise en place que ocupa a la cuadrilla desde las 12.00 de la mañana ya que, de lo contrario, «no tendríamos un cocinero por comensal».

Reconoce que El Bulli no es un restaurante, es un espacio gastronómico en el que se hace investigación. «Todo es un experimento» y hasta los comensales forman parte de este experimento, al que es casi imposible acceder.

Cada año se arremolinan millones de peticiones, pero sólo 8.000 personas pueden sentarse a su mesa, para probar el menú de 32 platos que el cocinero ofrece cada temporada a sus comensales.

Este año, Ferrán Adrià sorprende con platos elaborados con productos poco habituales en El Bulli, como la caza. Tras un canapé, sirve un jugo de liebre con gelé-cru de manzana al casís, un ligero bocado de monte al que antecede una hoja de ostra -una yerba con mucho sabor marino-, con el que el cocinero ofrece un nuevo «mar y montaña».