Sociedad

La sección española de Amnistía Internacional cumple 30 años

La Sección Española de Amnistía Internacional cumple 30 años en este 2008. Un buen motivo para celebrar sus logros (AI-España ha conseguido la liberación de 338 presos de conciencia y contribuido a la de miles más en todo el mundo), pero sin perder de vista que la defensa de los derechos humanos es una tarea siempre inacabada. Con 50.000 socios como base, el reto lo asumen las 75.000 personas que habitualmente se ponen en marcha para defender a presos de conciencia y otras víctimas. Aunque, como dice su director Esteban Beltrán, «movilizan a muchos más».

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De hecho, «un millón de personas participaron el año pasado en España en acciones por algún caso de violación de derechos humanos», remarca Beltrán, que retrata a Amnistía Internacional como «un movimiento más que una organización». Una «red de acción globalizada» que lo mismo apoya a presidentes (el checo Vaclav Havel, la asesinada Benazir Bhutto de Pakistán, el nigeriano Olusegun Obasanjo) que a gente anónima. Una red tejida con el respaldo a premios Nobel de Literatura (el turco Orhan Pamuk) y de la Paz (el ruso Andrei Sajarov, la birmana Aung Sang Suu Kyi, la iraní Shitrin Evadí, la keniata Wangari Maathai), pero también a miles de personas de a pie.

La Sección Española no esperó a consolidarse para ampliar ese activismo global con la defensa de presos de conciencia como el líder histórico de la izquierda uruguaya Liber Seregni, el ex presidente argelino Ben Bella y otros menos conocidos. «Somos, desde siempre, una organización de personas que trabajan por personas», subraya Beltrán, que incluye en la lista a gente que «a veces ni siquiera compartes lo que opinan», e incluso a «quienes pudiera pensarse que no merecen que se defiendan sus derechos humanos» por no haberlos respetado antes.

Hijo de la solidaridad

En la historia de Amnistía Internacional hay nombres españoles ya antes de que naciera AI-España. El abogado británico Peter Benenson cita en su artículo fundacional Los prisioneros olvidados (1961) a su colega socialista vitoriano Antonio Amat, encarcelado sin juicio por buscar una coalición democrática, y al «profesor Tierno Galván y sus amigos literatos», que se libraron de condena por la «llegada de importantes observadores extranjeros». Poco después, la publicación Amnesty destaca la figura del «poeta de la libertad» Marcos Ana, seudónimo de Fernando Castillo Macarro y uno de los primeros presos políticos que AI consiguió liberar en nuestro país.

Marcos Ana llevaba 23 años seguidos en la cárcel, y por eso, a sus 88, todavía bromea diciendo que en realidad tiene 65 porque los de prisión no los cuenta. «Cuando salí, lo primero que hice fue fundar en París el Centro de Información y Solidaridad con España que presidió Pablo Picasso», señala tras recordar a otros amigos solidarios como Pablo Neruda o Rafael Alberti. Se confiesa agradecido a Amnistía Internacional , «no sólo por mí, sino por lo que sigue haciendo por otros». Y no duda en declararse «hijo de la solidaridad», por lo que sigue dando vueltas por el mundo.Ahora va a Argentina y Chile «para que la pena de muerte no sea posible en ninguna parte» y para alertar contra «odios y rencores», sentimientos que no alberga porque «me sentiría profundamente desgraciado si me refugiara en ellos».