CORDIALIDAD. Bush y Putin se saludan efusivamente en la cena previa a la cumbre de Bucarest. / EFE
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La OTAN cede a la presión rusa

Putin consigue con el apoyo de Merkel que la Alianza se plantee la revisión del Tratado de Armas Convencionales Moscú celebra el aplazamiento del ingreso de Ucrania y Georgia en la organización

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La Alianza Atlántica sufrió ayer las presiones de Vladímir Putin para acometer la revisión del Tratado de Armas Convencionales en Europa (CFE, en las siglas en inglés) y el presidente ruso en funciones no obtuvo una rotunda negativa por respuesta, según aseguraban fuentes de la organización, al término de la reunión del Consejo OTAN-Rusia con el que concluyó la larga serie de encuentros que han tenido lugar esta semana en la capital rumana.

El CFE fue firmado en 1990, después del de misiles de alcance intermedio (INF) rubricado tres años antes. Establecía unos límites por áreas geográficas para la concentración de armamento convencional en el Viejo Continente. Tuvo gran importancia en su momento porque alejaba el riesgo de una invasión por tierra de las tropas del Pacto de Varsovia, cuya concentración masiva al otro lado del 'telón de acero' constituía una amenaza para los países aliados, por la vía de los hechos consumados. La OTAN puso a punto una doctrina para el uso del arma nuclear en primera instancia precisamente por ello. Aún ayer, la organización atlántica manifestó que el CFE es el eje de la estructura de seguridad en Europa.

El desmembramiento de la URSS y el proceso de convergencia de antiguos miembros del Pacto de Varsovia con la OTAN, fue motivo, desde mediados de la década pasada, para que Rusia cuestionara el tratado. El general Lébed, tercero en la cúpula del poder ruso por aquel entonces, lo decía en Bruselas ya en 1996: la ampliación de la Alianza (que tardaría aún en materializarse, hasta la entrada de Polonia, Hungría y la República Checa en 1997) vulneraba los supuestos contemplados en el Tratado CFE.

Desencuentros periódicos

Por ello, en 1999 tuvo lugar una primera revisión del documento, que mejoró los niveles de disponibilidad rusa de armamento pesado en el Cáucaso. Estados Unidos, sin embargo, contestó el despliegue de Chechenia, que rebasaba con creces lo autorizado, y desde entonces las desavenencias entre Moscú y la OTAN a cuenta del CFE vienen aflorando periódicamente en reuniones de alto nivel como la de ayer.

Sólo que esta vez, los planteamientos de Putin no cayeron en saco roto. El futuro jefe del Gobierno ruso concluyó su intervención ante el Consejo, sin papeles que leer en la mano, con un «esto tiene que ser justo» y la canciller Merkel, principal abogada de los intereses del Kremlin esta semana en Bucarest, tomó el testigo cuando, en su intervención, no dudó en manifestar que «encontraremos alguna solución para superar nuestras diferencias sobre el CFE». Su planteamiento fue secundado por el ministro de Exteriores francés, Bernard Kouchner, y su homólogo español, Miguel Ángel Moratinos, según fuentes aliadas.

Moscú ha evocado también habitualmente el tratado para cuestionar el escudo antimisiles. La OTAN lo ha hecho suyo en esta reunión, pero Putin no quería entrar ayer en el tema, a la espera de la reunión que mantendrá con el presidente norteamericano este fin de semana en su residencia en la ciudad-balneario de Sochi, junto al mar Negro. La oferta norteamericana de hacerlo «transparente» para los rusos ha sido bien acogida, pero el contencioso dista de estar reglado.

Reproche sobre Kosovo

El tono general del Consejo fue positivo, pero Putin se mostró enérgico al hablar de Kosovo. «Si, verdaderamente, la resolución 1244 del Consejo de Seguridad hubiera sido aplicada, Kosovo no habría declarado la independencia», dijo, reprochando a los miembros de la OTAN la cobertura según él abusiva de legalidad que se atribuyen para haber actuado como lo han hecho en la ex provincia serbia. Reconoció también que Moscú «no ha dramatizado» en esta situación, y que la contención «nos ha sido agradecida».

El mandatario ruso se declaró «en general satisfecho» con las decisiones adoptadas por la OTAN en Bucarest sobre ampliación a los Balcanes -Croacia y Albania- y la congelación de las aspiraciones georgianas y ucranias. Putin dijo, textualmente, que «Georgia quiere restaurar su integridad territorial con el apoyo de la Alianza», cuando «la solución a esos problemas viene por la vía del diálogo». De Ucrania afirmó que allí viven 17 millones de rusos, y que ése «es el origen del 80% de la población de la península de Crimea».

En rueda de prensa, el aún presidente consideró legítimas las aspiraciones iraníes a dominar el ciclo del combustible nuclear y concluyó afirmando que «nadie con carácter de actor global, ni Europa, ni Estados Unidos ni Rusia, estamos interesados en volver al pasado. No queremos repetir la guerra fría».

El presidente estadounidense, George W. Bush, tuvo, por su parte, una intervención emotiva en la última jornada de la cumbre de Bucarest. Refiriéndose a él y a Putin dijo de ambos que eran «dos viejos caballos de batalla» que se retiraban ya. Le agradeció al jefe del Kremlin «el tiempo pasado juntos» y aseguró que «Rusia no es un enemigo. La guerra fría ha terminado».