A MANO ALZADA. Los asambleístas votan de forma favorable la elección de Raúl Castro como presidente. / REUTERS
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El Parlamento se quedó pequeño

La reunión su celebró en el Palacio de Convenciones de La Habana ya que la sede oficial no tenía espacio suficiente para cobijar a los 597 diputados

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El Palacio de Convenciones, un recinto que acoge todo tipo de congresos y exposiciones, cobijó ayer a los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba (ANPP). Se trata de un edificio moderno, muy lejos del Capitolio, el impresionante palacio sede del congreso de la época del dictador Fulgencio Batista, derrocado por la revolución castrista la Nochevieja de 1958.

La sede oficial del Parlamento, una figura que Fidel Castro no creó hasta 1976 para borrar cualquier atisbo del pasado, capitaliza un barrio residencial de La Habana. En su interior, el edificio aglutina las oficinas de la presidencia, la vicepresidencia, el secretario... Es decir, cuenta con bastante espacio, pero no el suficiente para celebrar sesiones plenarias como la de ayer, en la que los diputados y diputadas vestían con elegancia, con trajes oscuros y uniforme militares.

Algunos, sin embargo, rompieron esa monotonía con desenfadadas camisas de cuadros que decoraban una reunión histórica: por primera vez desde 1976 Fidel no estaba presente y además no figuraba en la lista de aspirantes a presidir el Consejo de Estado.

La expectación, por tanto, era máxima. Lo demostraba la inusual asistencia de periodistas, que contaban con dos opciones para seguir el cónclave: in situ desde la sala del plenario o en los centros de prensa a través de las cámaras de televisión instaladas.

Poco antes de las diez de la mañana, llegó Raúl Castro, aún presidente en funciones. Llevaba un traje azul marino, pero no corbata. Tomó asiento en una esquina de la primera fila, junto a otros mandos del Gobierno. Al otro lado, había un sillón vacío: el del comandante Fidel. Algún avispado periodista quiso ver en esa separación circunstancial la crisis entre los hermanos. Y es que personas con acceso al entorno de la cúpula dicen que las broncas entre ellos son de órdago, aunque al final acaban por consensuar posturas. Raúl admira demasiado a el jefe, como llama Fidel, para contradecirle.

Éste era uno de los 17 diputados ausentes -la mayoría por razones laborales o por estar en el extranjero- del total de 614. El ex presidente, el único que no necesitó excusa, votó a través de dos de sus colaboradores más estrechos. Para ello utilizó un sobre lacrado.

Dos partes

La constitución de la asamblea fue un acto dividido en dos partes: la primera, presidida por la ministra de Justicia, María Ester Reus, sirvió para elegir a los nuevos responsables del Parlamento. Se pasó lista para que los legisladores mostraran un certificado que daba fe de la legitimidad de su elección.

Luego, Liaena Hernández, la diputada más joven con 18 años, leyó la fórmula de juramento. Uno a uno, los políticos rubricaron su compromiso con Cuba. Así quedó constituida la Asamblea Nacional de la séptima legislatura. A continuación, se presentó el proyecto de candidatura para elegir al presidente, vicepresidente y secretario del Parlamento. No hubo sorpresas en los primeros: Ricardo Alarcón de Quesada y Jaime Cromet mantuvieron su cargo. Sí hubo relevo en la secretaría, que pasó a Miriam Brito.

La propuesta fue ratificada en una papeleta que daba opción a ejercer el voto unido -como pidió Castro- o discriminado. Los diputados fueron entrando de modo disciplinado tras unas cortinas antes de depositar su papeleta en unas urnas habilitadas para tal fin. Los 31 miembros del Consejo de Estado se eligieron de forma similar.

Nada más acabar, hubo un parón para almorzar, y entrar en la segunda y concluyente fase. Los diputados aprovecharon ese momento para intercambiar opiniones con la prensa, aunque los legisladores parecían aplicar una «respuesta unida»: «Raúl Castro será el elegido».