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Un atentado con bomba contra diplomáticos de EE UU mata a cuatro civiles libaneses en Beirut

Los intereses de Estados Unidos eran ayer el objetivo del atentado registrado al norte de Beirut. Una bomba activada por control remoto escondida entre la basura estalló décimas de segundo antes del paso de un vehículo blindado de la Embajada norteamericana. No lo alcanzó, pero sí segó la vida de cuatro civiles libaneses que se encontraban por los alrededores.

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Sólo desde el anonimato voces oficiales y policiales se atrevían ayer a susurrar que, «con 90% de seguridad», el ataque iba efectivamente dirigido contra la delegación diplomática norteamericana. Las fuentes manejaban desde la prudencia datos valiosos, como que anoche iba a celebrarse la recepción de despedida del embajador, Jeffrey Feltman, o que la carretera elegida para perpetrar el ataque iba a ser durante todo el día canal de tránsito obligado de muchos vehículos oficiales norteamericanos en su camino hacia el Hotel Phoenicia, donde estaba prevista la solemne ceremonia. Y hacia el aeropuerto, de donde el coche atacado regresaba de dejar a dos diplomáticos que volaron a su país. Ayer falló otra vez la precisión. Como ocurriera hace sólo una semana, cuando una patrulla de la ONU se salvó de una explosión similar. La inadecuada potencia o la falta de experiencia de los terroristas provocó que la bomba errara en su objetivo. Asumido el dolor y el impacto inicial, esta circunstancia sumía ayer a las autoridades del Gobierno de Fuad Siniora, aliado de Washington, en el desconcierto. Nadie, aparte del titular de Telecomunicaciones, Marwan Hamade se atrevió a apuntar a Damasco. «Los aparatos de Siria son los responsables de esto», acusaba el ministro. Pero si se sabe que Siria está detrás de los muertos por bombas que arrastra el país desde el asesinato de Hariri en 2005, también es bien conocido que no suele fallar.