LUCHA. «El Dos de Mayo fue el día de la vergüenza torera». / LA VOZ
Cultura

«Cádiz se sumó a la cólera del Dos de Mayo y defendió la libertad»

El escritor considera que «sin el levantamiento de Madrid, no existiría la Constitución del 12 y, sin ella, tampoco la del 78»

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Arturo Pérez-Reverte anda de promoción. Asume con disciplinada profesionalidad el incordio mediático, la larga hilera de micros dispuesta sobre la mesa, el tableteo continuo del obturador. Pero no puede evitar, entre pregunta y pregunta, una mueca leve de hastío, el conato de una réplica airada que finalmente disfraza de austera cordialidad. La cara pública del asunto, lo que tiene la ocupación literaria de faena afectada y efectista, de labor mercantil, debe de resultar cargante cuando el ritual se repite, con escasas variaciones, ciudad tras ciudad, rueda tras rueda, tele tras tele, hasta que el discurso sobre el libro ensombrece el discurso del libro, y el autor siente, en cierta forma, que está violentando la esencia -la integridad- de su propio trabajo.

«Les advierto de que llevo tanto tiempo hablando de esta novela y he repetido tantas veces las mismas cosas que no me queda mucho por decir a propósito», reconoció ayer, de entrada, el escritor, académico y ex corresponsal de guerra en su primera intervención de la jornada, como aviso para navegantes. «Casi todo lo teórico, lo formal, está en el dossier de prensa, así que se lo llevan si quieren a casa y lo fusilan después en el trabajo. No se preocupen: lo han hecho para eso», remató. «Además, esta tarde, con Óscar Lobato, podremos extendernos lo que sea oportuno».

Papel fundamental

«Yo había pensado -continuó Pérez-Reverte-, que charláramos un poco de Cádiz, de su papel fundamental en la Guerra de la Independencia, de cómo se sumó a la cólera del Dos de Mayo, le paró los pies a los franceses, defendió España y la libertad, y le sacó provecho a la situación con un texto constitucional que fue una luz de esperanza, aunque luego un hijo de puta llamado Fernando VII acabara con el sueño de un plumazo».

Y así, tras algunas cuestiones genéricas sobre el sentido, la estructura narrativa o la oportunidad de Un día de cólera, el escritor diseccionó con esa singular maestría que deriva del estudio minucioso de los acontecimientos, «la influencia directa que tuvieron los sucesos del Dos de Mayo en el futuro inmediato de España: sin esa algarada callejera protagonizada por rufianes, tenderos, gente de baja estofa y desheredados, no hubiera sido posible la Constitución de 1812, sin la cual, a su vez, no hubiera sido posible la del 78, gracias a la cual ustedes y yo estamos aquí, hablando con total libertad».

En ese sentido, apuntó que «Cádiz hizo lo que no hizo nadie, y por eso fue la ciudad más importante de la Guerra, si tenemos en cuenta que intentó apuntalar un régimen distinto al que defendían la Monarquía más reaccionaria y la Iglesia, formada por patantes y corruptos».

De ahí que se mostrara abiertamente orgulloso «de decir Cádiz, porque Cádiz significa libertad», y apostara por un bicentenario que «sirva para el debate y no para la apropiación y que ponga de manifiesto que la Historia nos hermana».

Aunque descartó escribir una novela sobre el 12, «porque Ramón Solís ya hizo un trabajo extraordinario y no veo el ángulo por el que abordar la historia de una forma distinta, que es lo que he intentado con el Dos de Mayo para no contar lo mismo que Galdós», sí estaría encantado de «participar, con artículos o conferencias», en los fastos del bicentenario.

«La Constitución fue la mejor continuación posible para ese día de la vergüenza torera que fue el Dos de Mayo», sentenció. dperez@lavozdigital.es