En su primer concierto, 1965.
Cultura

El Boss, directo al corazón

Salta, se tira al suelo, manda a su grupo y cuenta historias entre sus canciones: así es Bruce Springsteen durante las tres horas que duran sus conciertos

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En las giras exige su marca favorita de cerveza y un gimnasio cerca para hacer ejercicio. No tiene más caprichos de estrella. El que haya estado en un concierto de Bruce Springsteen sabe el porqué de la segunda condición: a sus 58 años, el Boss manda, salta, se contorsiona y se tira al suelo durante tres horas y pico en cada concierto, una prueba sólo al alcance de los buenos gimnastas.

A Springsteen le viene al pelo el tópico del animal de escenario, porque lo es. Entre las canciones cuenta historias -«estaba en una comisaria cuando me encontré a James Brown, que me dijo: 'Funky, ¿eh?'»-; habla en voz alta con sus viejos amigos del grupo que le acompaña desde hace más tres décadas, la E Street Band; se sienta al piano y hace como que no le sale la canción, que se le ha olvidado. En realidad, todo está bajo control.También esos amagos del saxofonista Clarence Clemons, cuando intenta irse porque piensa que se ha terminado el concierto y el Boss lo saca del túnel que conecta con los camerinos, y le da a entender que no, que aún quedan canciones por tocar. En ese momento el público se rinde por completo, y grita: «¿Bruce, Bruce...!». Algo así se escuchará el próximo lunes, 26 de noviembre, en Barakaldo, cuando salga y ponga la púa en su Fender Telecaster.

Springsteen lleva más de cuarenta años en el escenario, como relata uno de sus mejores biógrafos, el periodista Dave Marsh, en su libro Bruce Springsteen on Tour, una publicación con un espectacular material gráfico que sigue sus pasos desde que el músico entra en 1965 en el grupo The Castiles hasta la gira acústica de 2005.

Marsh sostiene que escuchar en un disco canciones como Rosalita y Mary's Place no es la mejor manera de conocer la música de Springsteen. El Boss compone pensando en el directo, y cuando ha sido al revés, cuando ha imaginado primero los temas en el estudio, como en su celebrado álbum Tunnel of Love, luego apenas los ha tocado en vivo. Cuando tenía diecisiete años se presentó en casa de una pareja de Nueva Jersey, Tex y Marion Viniyard, que apadrinaban grupos de rock adolescente, les conseguían conciertos y les dejaban ensayar en el salón de su casa.

Con tres acordes

El joven Bruce cogió la guitarra, tocó unos cuantos temas delante de ellos y antes de que finalizara los Viniyard ya habían decidido que aquel chico entraría en The Castiles. La futura estrella empezó a tocar con ellos rock de tres acordes, básico y al corazón, así como algunas canciones de los Beatles, los Kinks. los Rolling Stones y los Who. La única canción que cantaba Bruce era My Generation.

The Castiles llegaron hasta el Cafe Wha del Greenwich Village, un pequeño local del distrito bohemio de Nueva York. Springsteen formó en 1968 su primer grupo, Earth, que dio a paso a Child un año después, y un poco más tarde a Steel Mill. El ambiente musical de Nueva Jersey empezaba a tener cierto renombre en los círculos underground gracias al Upstage, un local que cerraba a las cinco de la mañana y donde el Boss tocaba a veces improvisadamente con la mayoría de los miembros de la E Street Band.

El despegue se produjo a partir de 1973. El grupo empezó a actuar de telonero de The Wailers, con Bob Marley y Peter Tosh, en el mítico Max's Kansas City de Nueva York. Dos años más tarde presentó su álbum Born to Run durante diez conciertos en el Bottom Line de la misma ciudad. Su actuación en el Hammersmith de Londres en diciembre del mismo 1975 confirmó las expectativas de una carrera internacional que no alcanzó su gran pico hasta el Born in the USA de 1984.

Entonces entró en otro mundo, el de los estadios de 100.000 personas y el merchandising, el de una gira que duró casi dos años y se convirtió en un gran negocio acompañado de 40 millones de discos vendidos. Cuando se toca techo, la ley de la gravedad indica que hay que mirar hacia abajo. Les ha pasado a la mayoría de los artistas, pero no a Springsteen, que se ha mantenido haciendo lo que sabe hacer desde hace cuarenta años: tratar de convencer al público de que ese concierto va a ser único en su vida.