Editorial

Revolución del Facebook en Marruecos

CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD ABDELMALEK ESSAADI Actualizado: Guardar
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Durante toda la jornada de ayer, 20 de febrero, el mensaje de los marroquíes fue claro: El pueblo reclama reformas al Rey Mohamed VI. En las principales ciudades del reino se alzaban voces que clamaban cambios radicales, reformas en la constitución, justicia social, sanidad, vivienda, empleo y dimisión del actual gobierno que lidera Abbas El Fasi. Las consignas de los manifestantes varían de una ciudad a otra. En Tánger se pedía la dimisión del ejecutivo y el cese inmediato del contrato de la empresa francesa Amandis que gestiona la electricidad y el agua. Desde Rabat se exigían reformas en la Constitución y más justicia social, y en la capital económica del país, Casablanca, se reivindicaba al igual que en Tánger, el cese inmediato de otra empresa francesa de electricidad y agua, Lydec.

Fue una jornada unánime de reivindicaciones pacíficas en un clima de libertad y responsabilidad. Todo se desarrolló en un ambiente democrático y en el ámbito de la práctica de la libertad de expresión. Nuevos aires de libertad recorrieron Marruecos. Este 20 de febrero será recordado en la historia del país como una movilización pacífica y de marcado carácter social y político. Y en medio de estas manifestaciones tuvieron lugar actos de incivismo, saqueos y pillaje; todo acontecía en ese ambiente reivindicativo de la juventud marroquí, ejemplar, reinaba la libertad de expresión, con todo tipo de consignas y mensajes claros al gobierno del Rey Mohamed VI, los mensajes eran claros, reformas democráticas, hasta que, pasadas las tres de la tarde, grupos de bandas organizadas iniciaron su particular acto de presencia para sumarse y confundirse entre los manifestantes. Se inició en la ciudad norteña de Larache, con saqueos y ataques a edificios públicos y privados, entre ellos comisarías y puestos de la gendarmería real, así como sucursales bancarias. En el caso concreto de Tánger estos grupos de insurgentes arrasaron el Boulevard, la principal arteria de la ciudad del estrecho, quemaron y saquearon tiendas, locutorios, sucursales bancarias, luminosos, lunas de coches, farmacias, cajeros automáticos, mobiliario urbano. No respetaron nada, y todo ante la pasividad de las fuerzas del orden. En ningún momento intervinieron las fuerzas del orden público representadas por la policía nacional y las fuerzas auxiliares, hasta que se iniciaron estos actos vandálicos.

La fiesta de la democracia con las reivindicaciones sociales terminó en disturbios, y saqueos, se quemaron bancos, librerías, restaurantes, todos los locales fueron asaltados. Otros actos vandálicos se organizaron para elegir otros objetivos en el paseo marítimo de Tánger, esta vez el blanco era las salas nocturnas de la zona, destruyeron sistemáticamente, casi todas las discotecas, pubs, cafés, bares, restaurantes, todo estaba claro, la consigna venía de las ideas extremistas y fundamentalistas de alguna asociación islamista. El objetivo esta vez iba dirigido hacia estas salas nocturnas y los principales hoteles de la ciudad. Hubo confusión, pillaje y destrozos, inmediatamente después, la actuación en masa de las fuerzas del orden actuaron tarde y dispersaron al menos esa multitud de jóvenes entre 15 y 20 años, empujados por la ira, el rencor y el odio. Como si de un juego de destrucción se tratara, actuaron con rabia descontrolada. No se lamentaron víctimas humanas, pero en el último incendio del Boulevard se habla de tres víctimas mortales y más de una cincuentena de detenidos entre los manifestantes. Fue una mañana de libertad y democracia y una tarde noche de terror y destrucción. El 20 de febrero es un mensaje claro al Rey para iniciar reformas democráticas, y la juventud marroquí demostró al mundo que está capacitada y preparada para afrontar el futuro con decisión y responsabilidad.