Opinión

Ofertas inadecuadas

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Las condiciones para cobrar la prestación, que nunca fueron blandas, se han endurecido. El Consejo de Ministros no solo aprobó ayer las nuevas normas sino que les dio una nota magnífica, de notable para arriba. El subsidio actual, al que llaman Prodi los íntimos, era de 426 euros y tenía una clientela muy amplia. Ahora serán menos. Parece que el actual Gobierno ha plagiado el lema de Juan Ramón Jiménez, «a la minoría siempre». El sublime poeta intuyó que esa minoría, andando el tiempo, no era improbable que fuera inmensa. De momento, los que son incontables son los desocupados y no podrán seguir rechazando «ofertas inadecuadas» de trabajo. Hay que comprenderlo. Si a mí, por ejemplo, me ofrecieran un trabajo de espía, tendría que desecharlo. Tengo un oído por que el que oigo mal y otro por el que oigo peor, aunque escuche con idéntica atención por ambos. Tampoco serviría para ser cartero, ya que me fatigo mucho a partir de los cien metros de acera. A la gente que carece de trabajo hay que buscarle uno adecuado a sus condiciones, como consejero autonómico o asesor de algunos asesores del señor que preside algún importante antro. Quiero decir que a un compositor no se le puede ofrecer una tarea que consista en trasladar pianos, aunque le acusaran de vagancia por rechazarlo. Si a Hosni Mubarak le ofreciera algún exaltado manifestante egipcio de la plaza Tahrir una soga para ahorcarse, no estaría moralmente obligado a aceptar esa oportunidad laboral.

Los españoles en trance de momificación por la penuria de trabajo podrán renunciar al que se les propone si no lo consideran adecuado para sus aptitudes. Es de pura justicia, aunque otros hablen de justicia social en sus discursos. El plan de choque para luchar contra el paro va a estrellarse. El ruido será cada vez mayor.