CARTAS AL DIRECTOR

Declaraciones de Benedicto XVI

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Me han parecido muy interesantes las declaraciones de Benedicto XVI en Portugal donde reconoce (al contrario que no pocos cardenales y obispos) que los sufrimientos de la Iglesia vienen justo del «interior de la Iglesia, del pecado que existe en la Iglesia». Dice el Papa que «eso lo hemos visto siempre, pero ahora lo vemos de una forma aterradora». No son campañas orquestadas desde el exterior por los medios de comunicación social como dicen algunos jerarcas más papistas que el Papa. Sino por los fallos terribles de importantes miembros de la Iglesia: obispos, sacerdotes y religiosos que han provocado daños inmensos a miles y miles de personas con casos de pederastia demostrados ante los tribunales. Es verdad que Ratzinger este gran problema de los pecados de la Iglesia lo había visto mucho antes. Pero sus palabras en Portugal han sido muy claras y directas. Sorprende que lo que muchos venimos diciendo hace ya tiempo, que es la misma Iglesia el principal obstáculo para la fe de la gente, por su afán de poder y el absolutismo de sus posiciones que apaga el verdadero espíritu del cristianismo, ahora los obispos lo acepten simplemente porque es el Papa el que lo dice. Aunque en esa sincera y valiente autocrítica que el Papa hace sobre los pecados de la Iglesia, él parece estar aludiendo tan sólo a los pecados de pederastia de obispos, sacerdotes y religiosos, sin cuestionar ni criticar otras cuestiones de la Iglesia, no menos importantes, que también están incidiendo de modo muy determinante en la lejanía de la gente de la fe. Entre ellas, que el pontificado de Benedicto XVI está agotado, que se facilite el acceso de la mujer al sacerdocio como ocurre en la mayoría de las iglesias cristianas y que se suprima el celibato obligatorio para los sacerdotes. No cabe duda que si la Iglesia afrontara todas estas cuestiones daría un gran paso para que su imagen y su credibilidad mejorara y también las posibilidades de acercamiento al hombre de hoy. Pero para eso es necesario que un Papa más joven, de mentalidad más abierta, fuera capaz de afrontar de modo evangélico y valiente todos estos asuntos tan importantes para la modernización y puesta al día de una Iglesia, que durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, han dado marcha atrás en relación con el gran impulso renovador que dio el Papa Bueno, Juan XXIII, con la puesta en marcha del Concilio Vaticano II.

juan cejudo.