Algunos hombres valientes
Actualizado: GuardarEl pasado mes de diciembre el Parlamento de Luxemburgo aprobó en una ajustada votación la ley del suicidio asistido y la eutanasia. Pero el Gran Duque de Luxemburgo, Enrique I, se negó a firmar esta ley aduciendo motivos morales y de conciencia. Hace unos años, el fallecido rey Balduino de Bélgica abdicó durante un día para no tener que firmar la ley del aborto en su país. En ambos casos, el Jefe del Estado se ha opuesto por motivos de conciencia a las decisiones tomadas por sus parlamentos, que son sin duda representantes legítimos de su pueblo. Pero: ¿se puede considerar que todas las leyes emanadas de un parlamento son legítimas y vinculantes simplemente por el hecho de proceder de un órgano democráticamente representativo? ¿Puede la democracia construir la verdad?
En el gobierno de los asuntos públicos hay que buscar el bien común, cosa que no necesariamente tiene que ser democrática, o lo que más guste o beneficie a determinados colectivos con suficiente capacidad de influir en la sociedad. ¿Es el Jefe de un Estado moderno simplemente un amanuense, un transcriptor de la voluntad mayoritaria, sin tener en cuenta sus personales convicciones? ¿Pueden tener todos los ciudadanos derecho a la objeción de conciencia y no el Jefe del Estado? Me parece que no, que también éste tiene este derecho, aunque se pueda jugar el puesto. Estos señores han optado por jugársela, ya que piensan que su conciencia está por encima de esos bienes de poder, dinero, influencia y vanidad. Personalmente me encantan las personas así, que tienen convicciones y que las mantienen, especialmente cuando con ellas defienden a los más débiles. Y lo hacen en contra de sus propios particulares intereses. Me encantaría tener un Jefe de Estado así: sería un honor.
Isidoro Cobo Moreno. Cádiz