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#Corrupción

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Hay veces que pienso que un billete de 500 euros podría cruzar España de bolsillo a bolsillo de político sin nunca caer al suelo. Desde los bolsos de las alcaldesas de Valencia y Alicante a las mariscadas de los comunistas andaluces, a los viajes sindicales y los sacos de dinero andorrano. No se libra casi nadie.

El último: el cártel catalán, que me tiene asombrado. Entre 500 y 3.000 millones depredados por el 'molt honorable' Pujol y sus secuaces. Sacos de dinero a Andorra, Ferraris y palacios. Hasta había uno que vendía favores a cambio de comprar cuadros de nivel de Pretecnología a su mujer a precio de Picasso, y claro, como el arte no tiene precio, ponte tu a ver que parte es arte y qué parte es comisión. Y eso es sólo el principio. Al parecer, las extorsiones y amenazas a empresarios han sido el pan nuestro de cada día. Si no pagabas la mordida, te mandaban la cabeza de caballo a casa. Ahora, que ha caído el ídolo empezaremos a conocer la verdad de como funcionaba Cataluña.

Y qué mal huele (a pacto), que precisamente todos los casos de corrupción de todos los partidos estén haciéndose público al mismo tiempo y en el mes de agosto. Con 'agostidad' y alevosía, que dicen en los medios. Parece como si hubiesen buscado el momento para que el impacto mediático fuese el menor para sacar la basura a la calle. No me gusta nada.

Corrupción sistémica. Ése es el problema de España. En todas las regiones, en todos los partidos, a todos los niveles. Como en África. Aunque peor, porque está bañada de una pátina de honorabilidad y de ética que hace difícil creer los niveles a los que ha llegado. El mayor éxito del diablo es hacer pensar que no existe.

Corrupción sistémica. Eso es lo que tiene que arreglar Rajoy y dejarse de precampañas políticas. 2.800 millones del 'caso Malaya', 2.000 de la 'operación Edu', 1.200 de los Eres, y ahora hasta 3.000 de los catalanes. En Estados Unidos, político que cogen trincando, político que le ponen el mono naranja. Aquí, tenemos leyes para todo, pero muy pocos políticos pisan la cárcel mas allá de unas cortas vacaciones. Ya lo decía Séneca: cuanto más corrupto es un estado, más leyes tiene. Menos leyes y más monos naranjas.