Sociedad

La segunda caída de Pompeya

La joya arqueológica italiana se derrumba, más que por la erosión, por la negligencia política, la ineficaz burocracia y la infiltración de la Camorra

ROMA. Actualizado: Guardar
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Los efectos destructivos de la política y la burocracia italiana son equiparables a una erupción del Vesubio. El volcán sepultó las ciudades de Pompeya y Herculano en el año 79, pero al menos aquello fue una catástrofe natural. El célebre yacimiento arqueológico ahora se cae a pedazos por una gestión catastrófica. Este mes, con las fuertes lluvias, se ha registrado una nueva sucesión de derrumbes en Pompeya, tres en 48 horas, y todo el mundo vuelve a contemplar con asombro cómo se deja morir un lugar que todos admiran y envidian. En 2013, con 2,4 millones de turistas, obtuvo 20 millones de recaudación.

Italia tiene que pasar la vergüenza de que les tiren de las orejas desde fuera. «Pido con fuerza a las autoridades italianas que cuiden Pompeya», rogó el otro día el comisario europeo Johannes Hahn. «Hace falta un plan de intervención extraordinario que garantice la seguridad de toda la zona. Sin un buen drenaje del agua de la lluvia Pompeya está destinada a derrumbarse por completo», advirtió la Unesco.

Lo peor es que los desmoronamientos de los últimos años han tenido lugar en las zonas más turísticas, pero «por cada derrumbe conocido hay otros nueve de los que no se tiene noticia», según Antonio Irlando, del Observatorio de Patrimonio Cultural. Dinero hay, pero falla la política y luego no se sabe bien en qué se gasta. Un ejemplo. Hasta que en 2010 hubo una sonada sucesión de derrumbes, que culminó en noviembre con la Domus de los Gladiadores, nadie se molestó en hacer un estudio del estado de conservación del recinto.

En abril de 2011, tras la conmoción mundial, se puso en marcha el Gran Proyecto Pompeya, que bien se podría haber llamado, a la vista de lo que pasó, Gran Circo Pompeya. Se presupuestaron 105 millones de euros, de los cuales la UE ponía 74 y el resto, Italia. ¿Cuánto se han gastado? Exactamente 588.000 euros, es decir, un 0,56% del dineral a disposición. Una de las primeras decisiones del nuevo ministro de Cultura ha sido ampliar un año más el plazo, hasta 2015 el plazo para utilizar esos fondos. Aseguran que ahora se pondrán serios. Habrá que verlo el año que viene por estas fechas.

Aquel dinero debía financiar 55 proyectos para reforzar las principales 'domus' deterioradas. Pero a estas alturas sólo han arrancado las obras de cinco y únicamente ha sido terminado uno, la Domus del Criptoportico, cuyos trabajos comenzaron en febrero de 2013 y acabaron hace tres semanas.

Una combinación letal

Pompeya es una buena metáfora de Italia, como lo fue en su día el naufragio del crucero 'Concordia'. Política, burocracia y criminalidad son una combinación letal. Debe decirse, de entrada, que desde que se anunció el Gran Proyecto los italianos han tenido cuatro Gobiernos, todos de estabilidad precaria. Pasó un año hasta que se convocaron los primeros concursos. Cuando por fin llegaron las ofertas llegaron a ser hasta el 50% inferiores de la base de subasta. Esto sólo sirve para alargar las obras, pedir luego más dinero y hacer trabajos de calidad dudosa. Además los perdedores recurren sistemáticamente y bloquean siempre el inicio del plan. La lentitud bíblica de la Justicia italiana hace el resto. Por otro lado hay que estar alerta en todo momento a la infiltración de la Camorra, la mafia de la región de Nápoles, que en esa zona tiene una gran presencia y trata Pompeya como un negocio más. Puede estar detrás de esas empresas que tiran los precios. A veces los trabajos se paran porque están bajo investigación. E incluso se sospecha que algunos derrumbes pueden ser intencionados.

Capítulo aparte merece el empantanamiento político. La dirección general que debe gestionar el Gran Proyecto al menos tiene ya un director general, Giovanni Nistri, pero carecía de empleados. Es decir, había 25 elegidos, pero nunca se hacía oficial su nombramiento. Los han asignado este mes a toda prisa en medio del escándalo. Igual que el superintendente de las excavaciones, Massimo Osanna, que tras un año pudo tomar posesión el pasado 5 de marzo. Como es ajeno al ministerio, había recursos de los funcionarios internos.

Sobre el terreno, Pier Giovanni Guzzo, superintendente de la zona arqueológica de 1994 a 2009, cree que simplemente falla el mantenimiento cotidiano. En sus tiempos había un millar de empleados. Ahora, la mitad. La política ha dado prioridad al márketing. Hasta se restauró de forma obscena el anfiteatro para poder organizar conciertos. El nuevo Gobierno de Renzi ha destinado dos millones para resolver la emergencia, pero aún debe pensarse en un plan a largo plazo.

Por lo demás la impresión que se lleva el turista es de absoluto desmadre y dejadez, como en muchos lugares de Italia. Llegar puede ser una odisea, con escasas indicaciones. En el recinto tampoco abundan los carteles explicativos y nunca se sabe lo que está abierto o cerrado, ni por qué, ni hasta cuándo. Hay 'domus' clausuradas desde el terremoto de Irpinia de 1980, aunque han pasado 34 años. En total hay 70 valiosos edificios que no se pueden visitar, entre ellos muchos de los que todos los escolares del mundo han estudiado. Aunque a veces uno salta una valla o abre un puerta medio rota y echa un vistazo, todo furtivo. Ni rastro de baños y la gente a menudo se desahoga donde puede. Total, nadie vigila. Esta semana han robado un trozo de un fresco de Artemisa en la Casa de Neptuno. El Gobierno ha anunciado, pero sólo a raíz del hurto, que va a redoblar las cámaras de seguridad, pondrá guardas privados y mejorará la iluminación. Pero todo se mueve a golpe de emergencia. El jueves y el viernes, nuevos derrumbes, y esta vez ni siquiera llovía.