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La cuña de Putin en el antiguo imperio

Moscú disfraza su expansionismo en Ucrania de preocupación por la población rusoparlanteMillones de rusos viven en países como Estonia o Letonia, que formaron parte de la URSS y ahora integran la Unión Europea y la OTAN

SIMFERÓPOL. Actualizado: Guardar
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Ucrania es el antiguo territorio soviético en donde vive la mayor cantidad de rusos étnicos (casi 8 millones) y gentes que habla la lengua rusa. Y, dentro del país, Crimea es el enclave con mayor porcentaje de población rusa. Según dijo el martes el presidente Vladímir Putin en su discurso en el Kremlin, de los 2.200.000 habitantes que tiene la península que acaba de anexionarse, «casi un millón y medio son rusos». Éste ha sido uno de los argumentos que ha servido a Rusia para engullir Crimea en apenas una semana.

Las regiones del este de Ucrania también están habitadas mayoritariamente por ciudadanos que emplean el ruso como principal lengua de comunicación. En Donetsk, por ejemplo, y según datos del Instituto Internacional de Sociología de Kiev (KMIS), constituyen el 97% de la población y en Lugansk, el 89%.

Aunque minoritarios, los rusos integraron un núcleo significativo y muy influyente en todas las repúblicas soviéticas. Eran funcionarios, científicos, ingenieros, intelectuales y técnicos especializados. Putin sostiene que, en el momento de desintegrarse la Unión Soviética, «millones de rusos se encontraron, de la noche a la mañana, en un país extranjero».

La presión del nacionalismo ascendente en los nuevos Estados surgidos de los escombros de la URSS y la discriminación llevaron a una gran parte de los rusos a volver a su país de origen. De manera paralela, resurgían las lenguas nacionales y el ruso se veía paulatinamente arrinconado. Con todo, y sin llegar a alcanzar la importancia de Ucrania, hoy en día siguen existiendo núcleos rusoparlantes en todas las antiguas repúblicas soviéticas, aunque con implantación muy diferente. Hace 20 años en los países de la extinta Unión Soviética vivían 25 millones de rusos. Ahora han pasado a ser algo más de 16 millones y medio.

Después de Ucrania, el país exsoviético en el que viven más rusos es Kazajstán (cerca de cuatro millones). Se asientan fundamentalmente en el norte y este, las zonas más industrializadas durante la época soviética y en gran parte también hoy en día. Algunos de estos territorios, como Ust-Kamenogork, en donde el porcentaje de rusos es del 63,6%, pertenecieron a Rusia y fueron cedidos a Kazajstán en 1924.

En realidad, aquél fue un intercambio de tierras, porque el país centroasiático devolvió a Moscú una franja situada al norte del río Irtish, que siempre formó parte de Siberia. Las regiones rusas de Orenburg y Omsk también se agrandaron a costa de Kazajstán. Sin embargo, eso no evitó que en Ust-Kamenogorsk y en Petropávlosk cuajara un movimiento separatista rusocosaco, que, como en el caso de Crimea, reivindicaba la incorporación a Rusia.

Los secesionistas fueron duramente reprimidos en 1999 sin que el Kremlin levantara la voz. La situación actual en el norte de Kazajstán continúa siendo tensa entre la minoría rusa y la población local pero, debido a la buena sintonía entre Moscú y Astaná, el asunto no está sobre la mesa en la agenda bilateral. Kazajstán, que pertenece a la Unión Aduanera rusa, es uno de los aliados más fieles de Rusia.

La oficialidad de la lengua

En el resto de las repúblicas exsoviéticas de Asia Central los rusos están perfectamente integrados y sus comunidades no se localizan en enclaves concretos, lo que evita tentaciones separatistas. El caso de Kirguistán es especialmente peculiar, ya que, pese a que los rusos no llegan al 7%, su lengua está muy extendida y es cooficial con el kirguís.

Todo lo contrario de lo que ocurre en Letonia, en donde los rusos constituyen el 40% de la población y, sin embargo, la lengua rusa no es oficial. Hace dos años se celebró un referéndum en este país báltico, que es miembro de la Unión Europea y la Alianza Atlántica, para cooficializar el ruso, pero la mayoría de los participantes en la consulta lo rechazaron.

El expresidente letón Valdis Zatlers cree que el Kremlin «utiliza a la diáspora rusa como instrumento de influencia y presión para desestabilizar a las sociedades vecinas». En Moscú, sin embargo, sostienen que argumentos de este tipo sirven para «discriminar y marginar» a la minoría rusa.

No obstante, según las reiteradas denuncias de las autoridades de Moscú, el ejemplo más claro de marginación lo aporta la política que se aplica en Estonia, que pertenece también a la UE y la OTAN, en relación con la comunidad rusa. El Estado báltico cuenta en su censo con 250.000 personas sin nacionalidad, pese a que viven de forma permanente en su territorio. La mayoría de ellas son rusas. Esta situación ha llevado a que se produzcan intentos separatistas en la parte este del país, aunque de carácter esporádico y sin haber llegado a constituir una verdadera amenaza para su integridad territorial.

De todas maneras, tanto Letonia como Estonia, que comparten frontera con Rusia, siempre han temido algún tipo de acción, incluso armada, por parte de Moscú. Estos temores se acrecentaron en agosto de 2008, cuando Rusia ocupó militarmente Georgia y se apoderó de Osetia del Sur y Abjasia. Ahora, la crisis en Ucrania y la anexión de Crimea han disparado todas las alarmas.

Moscú ha reiterado en los últimos días que actuará «allí donde los rusos se vean amenazados físicamente o sus derechos vulnerados». Las repúblicas bálticas acaban de solicitar a Washington que envíe tropas a sus territorios, en donde ya hay aviones de la OTAN, como una manera de disuadir al Kremlin de una posible intervención.

Moldavia y Transnistria

Otro país también muy preocupado por los actuales acontecimientos en Ucrania es Moldavia. En su territorio viven más de 200.000 rusos, prácticamente todos en la región de Transnistria, que es independiente de facto y en la que hubo una guerra a comienzos de los años 90. Allí hay desplegado un contingente de tropas 'de paz' rusas que no llega a los 2.000 efectivos.

El enclave, que es fronterizo con Ucrania, celebró en 2006 un referéndum para la integración en Rusia y el 97,2% -porcentaje superior al de Crimea, donde el 'sí' llegó el domingo al 96,7%- se pronunciaron a favor. Pero Moscú hizo entonces oídos sordos. Ahora, las autoridades de Transnistria vuelven a la carga. El presidente de su Parlamento, Mijaíl Burla, ha pedido a Moscú que actúe igual que con Crimea y se anexione también la región moldava.