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Honestidad política

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A lo largo de las últimas semanas he tenido el privilegio de compartir la ilusión de un grupo de personas por tener la oportunidad de reconducir el funcionamiento interno del partido socialista en nuestra localidad. Inquietud que adoptando la forma de programa político contaba con un claro elemento diferencial frente a otras opciones; la inaplazable necesidad de modificar los habituales comportamientos de dirigentes públicos, responsables orgánicos y militantes por otros más proclives a la escucha activa y en la clara convicción de la igual licitud que asisten a todas las opiniones como miradas específicas de una idéntica realidad. Ópticas singulares, al tiempo que incompletas sin el concurso de otras distintas, pues no es sino la propia situación la que determina el particular criterio de cada uno. La capacidad para 'otrarse' o ponerse en la piel del otro, que diría el teólogo Miret Magdalena y la disposición a encontrar nexos de unión que tan concienzudamente defiende nuestro ilustre paisano Juan Manuel Balaguer habrán de ser las buenas prácticas que a la postre condicionen el entendimiento entre las personas y la consecuente viabilidad de sus proyectos comunitarios.

En momentos sumamente difíciles y delicados como los que estamos viviendo, dónde el descrédito ciudadano hacia la clase política es más que manifiesto, reconforta comprobar que existen aún quiénes estarían dispuestos a asumir responsabilidades públicas anteponiendo el interés colectivo a la legítima atención de sus particulares necesidades. Quienes ven en la política el medio de conseguir una sociedad más equitativa y nunca la oportunidad de obtener privilegios y prebendas personales. Quienes consideran al partido, a los partidos políticos, como herramientas al servicio de la felicidad de los ciudadanos -preferentemente de quiénes peor lo están pasando- y a los afiliados como inmutables conectores entre aquellos y cuantos desde las instituciones les corresponde el ineludible cometido de defenderles. Alienta constatar que existen todavía seres honestos e íntegros incapaces de mercadear con los propios ideales y la lealtad hacia los que los comparten por acceder a un cargo o perpetuarse en él. Lástima que el sentir mayoritario de los militantes no se identifique todavía con tales procederes, porque no es a conquistar el poder sin más a lo que prioritariamente han de aspirar los partidos políticos -como compulsivamente repitiera un histórico dirigente socialista- sino a merecer el respeto, la consideración y el afecto de los ciudadanos. Lo demás se dará por añadido.