El portero polaco Przemyslaw Tyton para el penalti lanzado por el griego Giorgos Karagounis. :: VASSIL DONEV / EFE
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El orgullo griego frena al anfitrión

Polonia no puede con una selección helena que se rehízo tras la injusta expulsión de uno de sus centrales, pitada Velasco Carballo

VARSOVIA. Actualizado: Guardar
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Salvo Tyton, portero del PSV Eindhoven que detuvo un penalti nada más salir tras la expulsión de Szczesny y vivió su momento de gloria en la Eurocopa, nadie acabó satisfecho del partido inaugural, con más nervios, polémica y tensión que fútbol. Lo típico. Un empate entre dos selecciones de fajadores que les mantiene muy vivas pero que les supo a poco y dejó con cara de tontos a Smuda y Fernando Santos, los dos técnicos. Los anfitriones lo vieron todo ganado con el 1-0 de Lewandowski y la posterior expulsión de un central heleno, y los visitantes fallaron un penalti clave tras empatar en inferioridad. Karagounis, curtido en mil batallas, quiso asegurar en lugar de golpear.

El griterío ensordecedor que se escuchaba en el vanguardista estadio Nacional de Varsovia, cerrado y con una acústica extraordinaria, invitaba al optimismo desatado en los locales. Si no les entraba el miedo y si la tensión del estreno no atenazaba a los soldados, la tropa de Smuda no podía perder. Tras escuchar la interpretación de la Mazurca de Dabrowski, el himno nacional polaco, los locales salieron dispuestos a comerse el mundo. Era su día, su momento, la ocasión de mostrarse como una selección que se niega a desempeñar el papel de comparsa. Motivación extra.

Sabido es que el pueblo polaco es por lo general conservador, nacionalista a ultranza. Los jugadores, protagonistas de una jornada histórica, hicieron suya la letra del «Polonia no ha caído, mientras nosotros vivamos» y se tomaron el partido como una batalla. Había que morir en el campo. Esa era la exigencia de un técnico y de un país.

El madrileño Velasco Carballo colaboró en la misión del anfitrión. Aunque luego salvó la papeleta con el penalti y la expulsión del portero polaco, en la primera mitad fue casero hasta dar cierta vergüenza ajena. Es cierto que los locales disputaban los balones con más ímpetu que los griegos, pero el ingeniero les permitía todo. En cambio, dejó con uno menos a los visitantes, al borde del descanso, por una acción leve. Hubo contacto entre el central y el batallador Murawski, pero el jugador del Lech Poznan, único representante de la Liga polaca en el campo, ya se estaba cayendo. Y luego, consideró involuntaria una mano del central Perquis que para otros sería penalti. Ya saben, 'desunificación' de criteros.

La conexión del Dortmund

Hasta entonces, Polonia había sido mejor. No practica un fútbol exquisito, ni siquiera notable, pero el trío del Borussia Dortmund le añade un plus. La banda derecha fue una autopista para los polacos en el primer acto. Torossidis, un mal lateral del Olympiacos, no pudo nunca con Blaszczykowski, un apellido tan impronunciable que hasta sus paisanos le llaman por su apodo (Kuba), y mucho menos con Piszczek, de quien su seleccionador asegura que acabará en el Real Madrid. Fueron dos puñales.

Lewandowski, el estilete del campeón de la Bundesliga, avisó un par de veces antes de marcar el primer gol del campeonato. De nuevo, la conexión del Dortmund. Un centro pasado del carrilero y un remate picado del delantero, que se aprovechó de ciertas dudas del portero Chalkias, uno de los tres supervivientes de la Eurocopa de Portugal, aunque entonces era suplente del héroe Nikopolidis. De Grecia no había noticias en ataque, apenas un cabezazo desviado tras un saque de falta.

El técnico portugués realizó una jugada maestra en la reanudación. Introdujo a Salpingidis, un batallador delantero del PAOK, y revolucionó a su selección. Eran menos pero los helenos apelaban al orgullo, a ese lema de «somos luchadores» que adorna su autobús oficial y que les hizo clasificarse invictos al campeonato. Igualó Salpingidis tras una acción afortunada y luego fue objeto de un penalti que provocó la roja del portero del Arsenal. Con todo a favor, Karagounis convirtió en héroe accidental a un guardameta desconocido para el gran público. Antes del cierre, faltaban un gol anulado a Salpingidis por un fuera de juego previo y el acoso final de una Polonia ya agotada y sin ideas. Se nota que son dos años sin competición oficial de la selección.