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El petróleo invade el paraíso africano

Un megaproyecto de comunicaciones amenaza el archipiélago de Lamu, patrimonio de la Unesco

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Hay una Kenia exótica, interior, de sabanas habitadas por los grandes felinos y sus asustadizas presas, y otra, no menos atractiva, que se asoma al Océano Índico entre palmeras y playas interminables. En el extremo norte de la costa se halla el archipiélago de Lamu, un rosario de pequeñas islas cercanas al litoral cuyo primer asentamiento humano se remonta al siglo X. La capital fue un próspero puerto esclavista y hoy se ha convertido en un exclusivo destino vacacional, con su apacible ciudad vieja de arquitectura árabe, legado de su pertenencia al sultanato omaní, donde nativos y foráneos se entrecruzan a lomos de burro.

Ernesto de Hannover difundió la existencia de este privilegiado paraje en 2000. El príncipe alemán golpeó al dueño de un chiringuito playero que perturbaba la paz de su mansión con la estridencia de la música. La anécdota constató la invasión de multimillonarios que iban adquiriendo las residencias de los antiguos nobles locales, incapaces de mantener su estatus y las exigencias arquitectónicas de un entorno protegido. Las diversas tribus de la región pronto se habituaron a los recién llegados, otra aportación a una comunidad mestiza, surgida de la fusión de bantúes, árabes y persas, de estricta religión islámica y lengua suahili. El antiguo centro cultural y religioso se vio rodeado de 'resorts' de lujo.

El enclave forma parte del Patrimonio Mundial de la Unesco y tiene rango de Reserva de la Biosfera. Su placidez habitual se quebró hace unos meses por el secuestro de dos turistas a manos de presuntos milicianos de Al-Shabab. Pero, curiosamente, la principal amenaza que se cierne sobre este paraíso tropical proviene del propio Gobierno. Frente a sus aguas, frecuentadas por ballenas, rayas y barracudas, está prevista la construcción del mayor proyecto de infraestructuras concebido en la historia de África.

El ambicioso plan 'Lamu Port-Southern Sudan-Ethiopia Transport' (Lapsset) puede acelerar el desarrollo económico de tres países que reúnen 167 millones de habitantes y, a la vez, arruinar un ecosistema excepcional.

La estrategia keniana pretende conseguir rutas de acceso marítimo para Sudán del Sur y Etiopía, dos países sin litoral y mal avenidos con sus vecinos más cercanos, Sudán y Eritrea. El recién nacido régimen de Juba se encuentra al borde del colapso por el bloqueo de Jartum, que traba la exportación de petróleo, su principal fuente de ingresos, y Nairobi ha iniciado la construcción de un oleoducto que conducirá su crudo hasta un megapuerto que se erigirá en la costa de Lamu. Las instalaciones previstas incluyen 32 dársenas con una capacidad mercantil de 35 millones de toneladas, una refinería capaz de procesar 120.000 barriles al día, un aeropuerto y un complejo residencial.

Corrupción y delincuencia

El listado de realizaciones también incluye el trazado de una línea de ferrocarril entre las tres repúblicas y la construcción de ciudades de nueva planta junto al lago Turkana e Isiolo, en el centro del país, donde también se situará una pista de aterrizaje y otra refinería. Además, se levantará un nuevo aeródromo en el nudo de comunicaciones de Lokichoggio. El coste de esta desmesura asciende a 26.250 millones de euros y, aunque se esperan generosas inversiones de capital extranjero, sobre todo chino, su materialización se llevará el 16% del presupuesto anual de Kenia entre 2013 y 2018.

El presidente Mwai Kibaki se ha reunido con los nativos de Lamu para convencerles de la bondad de Lapsset, la perla del programa Vision 2030, destinado a convertir al país en una potencia emergente en un par de décadas. El dirigente ha prometido convertir su distrito en un centro neurálgico regional, la conexión necesaria entre el mar, la meseta etíope y los Grandes Lagos, incluso ha llegado a proclamar que la empresa unirá definitivamente los océanos Atlántico e Índico, pero el escepticismo cunde entre quienes habrán de ser desplazados de sus hogares y tierras por exigencia de las obras faraónicas.

Para las organizaciones sociales y económicas reunidas en la red 'Save Lamu', Lapsset sacrificará Lamu y la cercana bahía de Manda. Según sus previsiones, el complejo portuario arruinará el litoral y sus fondos marinos, contaminará el medioambiente y acabará con ancestrales modos de vida. El Gobierno aspira a que sea un vehículo para la industrialización y la entrada de nuevas tecnologías, pero también se albergan grandes dudas sobre su viabilidad. Sudán del Sur asegura que el oleoducto estará finalizado este mismo año, pero los expertos amplían el plazo y aseguran que no será rentable dado el volumen de reservas del joven país.

Las reticencias también alcanzan a las maneras de financiación y a las garantías que precisa un proyecto tan goloso en un Estado como el keniano, lastrado por la corrupción y la delincuencia organizada. La ONG Transparencia Internacional lo sitúa en el puesto 154 sobre 180 países y dicha podredumbre también se proyecta sobre sus probables beneficiarios. La futura especulación precisa eliminar intermediarios engorrosos y las poblaciones asentadas en los emplazamientos escogidos ya han denunciado violentas presiones de grupos armados para que los desalojen.