Sociedad

LOS INDEMNIZADOS

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Un exquisito sentido del pudor les impide a los que han desvalijado las cajas manifestarse. A diferencia de los 'indignados', que siempre quieren pasar advertidos, estos golfos de levita procuran no agruparse. Cada uno de ellos ha ido a lo suyo, o sea, a lo nuestro, pero quizás se hayan pasado un poco en la minuta de recompensas por los servicios robados. El presidente de la Xunta, Núñez Feijóo, ha tenido que reconocer que las facturas por haber arruinado a buena parte del paisanaje son excesivas. Algunos directivos han cobrado por irse cantidades superiores a las que hubieran obtenido por quedarse, durante largos años, en sus puestos de asalto. En un acceso de lucidez le pide al Banco de España que anule esas cifras, que a juicio de todos los gallegos que no hayan perdido el juicio, son «excesivas e inadmisibles». Que san Froilán le valga.

El precipitado vuelco a la decencia administrativa tiene muchos detractores, pero por suerte cuenta también con algunos partidarios de muy variado pelaje. Ha conseguido poner de acuerdo a Rubalcaba, candidato del PSOE, y a González Pons, vicesecretario de Comunicación del PP. Los que no coincidían en nada se muestran absolutamente compenetrados en la reprobación de esta golfería financiera. Don Alfredo la ha calificado de «inmoralidad» y don Esteban de «vergüenza». Un enemigo común hace extraños compañeros de cama, aunque lo que falle sea el colchón. La tarea de sanear nuestra economía no se la podemos encomendar únicamente a la señora Merkel y al señor Sarkozy. La infeliz pareja está haciendo lo que puede, que es lo que no podemos hacer nosotros. Quieren recapitalizar la banca. Hay que ayudar a esas catedrales del dinero a que sigan teniendo fieles para poder rendirles culto. ¿Qué será de nosotros si además de prestarles adoración no nos prestaran dinero? Quizá podría llegar el ruidoso momento en el que reclamáramos indemnizaciones.