Kerry muestra orgullosa los efectos del bótox en el rostro de su hija Britney. :: NICK STERN/THE SUN
Sociedad

La niña de bótox

Tiene ocho años y sueña con un aumento de pecho. Su madre le inyecta toxina botulínica cada tres meses. «Será actriz y ganará millones». Los cirujanos prevén lesiones nerviosas irreversibles

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A sus ocho años, Britney Campbell es fan de Lady Gaga, le pirra maquillarse y ya tiene muy claro qué moda le gusta. Hasta aquí, quizás algo precoz, pero muy normal. Nada distinto a cualquier niña de su edad. Pero hay otro detalle que asusta. A sus ocho años, a Britney Campbell le encanta que le inyecten bótox. Y ya sueña con un aumento de pecho y una operación de nariz. Eso es menos habitual. Pero lo que verdaderamente aterra es que sea su propia madre, Kerry, una esteticista de Birmingham, la que como mucho cada tres meses sube a su pequeña a una camilla, prepara la jeringuilla con toxina botulínica y perfora una y otra vez el angelical rostro de su hija en aras de un maquiavélico culto al cuerpo.

El periódico 'The Sun' descubrió en su edición de ayer la asombrosa historia. «Es una burrada», resumió al conocer la noticia Carlos Tejerina, jefe de servicio de Cirugía Plástica del Hospital Clínico de Valencia y uno de los expertos de referencia en España. Pero no parece que la enfermiza madre vaya a cambiar así como así de postura. Kerry lo tiene muy claro. Incluso se cuelga medallas. «Mucha gente pensará que soy irresponsable, pero yo sé que estoy haciendo lo mejor por mi hija. Algún día será modelo, actriz o cantante. Y cuando ella gane millones agradecerá lo que yo hice cuando era tan joven», se despacha en el rotativo inglés.

La cantinela de su progenitora, de 34 años, ha calado hondo en la inmadura mente de la menor. Britney ya ama el bótox. «Cada noche me miro en el espejo en busca de arrugas». Obsesionada con envejecer a los ocho años. «Si encuentro alguna, entonces quiero más inyecciones». La penitencia estética de la niña comenzó en mayo. Hasta cuatro veces le ha inyectado bótox su madre desde entonces. Le pincha en la frente, en los labios y alrededor de los ojos. «Al principio lloraba, pero ahora ya no me hace casi daño», justifica la pequeña. La esteticista argumenta que antes prueba en sí misma la sustancia, comprada en internet por 150 libras (unos 170 euros) el vial de 3 milímetros. Mensualmente incluso somete a la menor a una depilación integral. Piernas, axilas y pubis. Antes incluso de que el vello haya aparecido. Y la inocente niña, encantada: «Cuando voy a nadar o hago gimnasia me siento como una supermodelo. Aunque pronto querré un aumento de pecho y una operación de nariz. ¡Solo así seré una estrella!». Una niña privada de la inocencia de la infancia.

La 'muñeca viviente'

Madre e hija incluso se han trasladado a vivir a San Francisco. En Estados Unidos se celebran los certámenes de belleza infantil más concurridos. Y los de premios más jugosos. La progenitora sostiene que las operaciones estéticas a menores están cada vez más en boga en estos ambientes. Britney ya estudia piano para lucirse en las concursos de misses. Y su madre ahorra para engalanar a su niña con un vestido de 2.200 euros. El precio de la fama. A la esteticista no le quita el sueño el daño físico o la merma de salud que a juicio de los expertos está causando a su pequeña. «Esto es muy seguro. No me preocupa. Y a mi hija se la ve muy sana».

Los que saben de esto lo tienen muy claro. Muchos cirujanos rechazan usar el bótox por los daños nerviosos y fallos neuromusculares que produce (la toxina no hace desaparecer la arruga, simplemente permite que no se manifieste al inhibir el movimiento muscular). Eso en adultos. Y se llevan las manos a la cabeza cuando se habla de usarlo en menores. «Una niña de esa edad tiene muchas posibilidades de sufrir lesiones nerviosas locales. Todavía se está desarrollando su anatomía. Tiene su musculatura en crecimiento y su funcionalidad nerviosa ni siquiera está aún al 100%», advierte el doctor Tejerina. Para Kerry es como oír llover: «Más madres deberían hacer esto con sus hijas. Es una muchachita afortunada y en el futuro será una celebridad». Popularidad cueste lo que cueste.

En el mundo de los excesos de la cirugía estética, madre e hija tienen muchos espejos en los que mirarse. Aunque si hay un referente superlativo es el de la cantante Cindy Jackson, la 'muñeca viviente'. Tiene 55 años, es hija de una familia campesina de Ohio (aunque vive en Londres) y ostenta una marca: el medio centenar de veces que ha pasado por el quirófano para retocar su cuerpo la convierten en Récord Guinness. Ha invertido 170.000 euros en operaciones (100.000 se los ahorró al casarse... con dos cirujanos). Y hasta lleva hilos de nailon en los ojos para hacerlos rasgados como los de una 'geisha'. «Sienta muy bien a la mujer para estar preciosa ante el marido, los hijos y compañeros», justifica Cindy Jackson. Y se queda tan ancha...